Cuando era una niñita, pensaba que el Conejito de Pascua había matado al Niño Jesús.
La gente guarda secretos por toda clase de razones, a veces sólo para evitar la incomodidad. Pero otros pensamientos permanecen ocultos porque son demasiado toscos y dolorosos como para una conversación educada. La mayoría de las tarjetas se ilustran con dibujos, fotos o collages. Esta muestra un campo de cruces de un genocidio en Rwanda:
De noche le grito a Dios por permitir que suceda esto.
La escalera está en el Museo Americano de Arte Visionario en Baltimore. Las tarjetas provienen del PostSecret Project de Frank Warren. En 2004, Warren empezó a animar a la gente a enviarle sus secretos anónimamente en postales. Desde entonces, la arrolladora respuesta que recibió ha producido varios libros y una de las bitácoras más populares de la Internet. Esta exposición, Revelaciones de Fe, reúne secretos sobre religión.
Nadie ha dicho nada que me haga sentir mejor sobre el hecho de que todos moriremos algún día.
Escalón. Lectura. Meditación. Escalón.
En la primera docena de cartas, o tal vez un par de docenas, reacciono ante el carácter único de cada una. ¿Quién es esta persona? ¿Qué circunstancia singular lo/la llevó a mantener oculto este pensamiento particular, para sólo revelarlo de manera anónima?
Sentía tanta soledad que le pedí, tanto a DIOS, como a SATÁN que me trajeran a alguien. Ahora que estás aquí, no sé a cuál agradecer
En determinado momento también comencé a sentir una respuesta colectiva. Empecé a buscar temas y aspectos en común. Mientras unas pocas tarjetas mencionan al budismo o al judaísmo, la mayoría reflejan la cosmología Dios/Satán/Cielo/Infierno del cristianismo tradicional.
A veces temo que haya sido Dios quien me "castigó" con la depresión que comencé a desarrollar porque no creía en él.
Incluso la mayoría de los no creyentes parecen provenir de un marco judeocristiano.
He sido ateo por años pero a veces extraño la iglesia. Dile a tu Dios "Hola" de mi parte.
Muchos de los secretos se refieren a ti o a ellos. Supongo que un secreto es como el tango. Se requieren dos para bailarlo —uno que lo sepa y alguien más a quien no se le permita saberlo. En cada secreto hay una pregunta implícita: ¿Qué pensarían, o harían, esos otros si se enteraran?
Traté durante tanto tiempo de creer en su Dios.
Como unitario universalista, tengo problemas para identificarme con algunas de las tarjetas. Mi comunidad religiosa acoge a gente con dudas y también a quienes descrean, así que pensamientos como éste no tendrían que ser secretos entre nosotros:
Toco el piano en la iglesia, pero no creo en Dios.
Otras tarjetas confiesan pensamientos sexuales en la iglesia o sobre miembros de la iglesia —como si nadie más tuviera pensamientos semejantes o no los entendiese, o como si Dios se sorprendiese especialmente al encontrar tales pensamientos en Su casa. Al pertenecer a una fe que contempla positivamente al cuerpo y sus necesidades, puedo imaginar fácilmente tener ese pensamiento, pero no la culpa que lo convirtiese en un obscuro y poderoso secreto.
Al estar en medio de tan presuntuosas reflexiones sobre mi religión y su apertura un secreto llamó poderosamente mi atención:
Quiero ser unitario universalista, pero no sé si Dios lo acepte.
Dios se lo tomó bien, según recuerdo, pero me preocupaba lo que pensarían mis padres. Cuando publiqué un artículo en una revista humanista [=secular, atea o agnóstica], no se los mostré, aunque podrían haberse sentido orgullosos.
Supongo que también tengo secretos religiosos.
Así que me retiro unos pocos pasos, y doy una segunda mirada a esas confesiones de descreencia.
Soy la esposa de un pastor bautista del sur. Nadie sabe que no creo en Dios.
Esta vez, al imaginarme a la mujer, retrato a alguien que una vez creyó en Dios, y que no perdió esa creencia en un solo instante. Cada semana recitaba un credo, y al darse cuenta de que mentía, ya llevaría haciéndolo por mucho, mucho tiempo.
¿Por qué tengo problemas para identificarme con eso? A mí también me costó trabajo confesar el cambio. No es fácil decir "Esas cosas que te dije hace 6 meses —las cosas en las que estábamos de acuerdo— todas son tonterías. Ya no creo en ellas".
¿Cuánta gente en mi iglesia, me pregunto, podría estarse guardando algo como esto:
Toda mi vida he pensado que no había Dios. Anoche me di cuenta de que mis creencias podrían estar cambiando, y no sé qué hacer con esto.
O tal vez, en una comunidad que acoge la duda, ciertamente podría ser difícil confesar:
Encontré la iluminación, pero nunca se lo diré a nadie, puesto que es tan simple que nunca me creerían.
A veces la persistencia de la fe puede ser tan desagradable y perturbadora como su pérdida. No es difícil imaginar que un unitario universalista enviase esta tarjeta:
Ya no quiero creer en Dios, pero no importa cuánto lo intente, no puedo dejar de creer.
Más humilde, decidí intentar con mayor rigor ser empático. Entonces comencé a subir de nuevo la escalera. Escalón. Lectura. Meditación. Escalón. Algunos de los secretos son tan universales que me fue fácil cumplir mi resolución.
Perdonarme a mí mismo me resulta casi imposible.
Estoy frustrado porque no puedo ver la vida con perspectiva.
Y algunos son tan humanos que es fácil abstraerse de las diferencias entre nuestras teologías.
No he creído en Dios desde que me dijiste que te divorciabas de papá.
Odio que la gente diga que la oración funciona, porque no funcionó cuando le rogaba a Dios que salvara la vida de mi bebé.
Algunos son de lo más perturbadores porque las especificidades se dejan a la imaginación.
Si hubiese un dios, lo habría impedido.
Y algunos muestran una imagen demasiado fácil.
Cada vez que mi madre llama, me pide que ore. Al mentir y decirle que SÍ, muero un poco. pero sé que si le digo la verdad será ella la que muera un poco.
En la cima de la escalera, al final de la exposición, trato de generalizar de nuevo. ¿Qué hace que estas postales, pequeños destellos de comunicaciones anónimas, sean tan poderosas?
Warren hizo un buen trabajo al hacer uso de la dósis correcta de culpa. Las confesiones en la exposición, en los libros, y en su blog no son no son los grandes y terribles secretos, que poca gente tiene. No hay asesinatos. Y la gente de iglesia que finge su fe parece genuinamente conflictuada por ello. Nada de sociópatas haciendo alarde de las estafas en las que se se habrían salido con la suya, ni regodéadose por todos los tontos que les habrían creído.
La característica más sorprendente de estos secretos es cuán perdonables son. Los escritores de las tarjetas no son villanos. Son sólo gente que se siente hipócrita al no poder abrazar roles sociales a los que tampoco puede renunciar.
Igual que todo el mundo. Al salir del museo, paso junto a un buzón hecho de envoltura plástica y cinta adhesiva, y de una mesa con postales y plumas. No tengo un secreto tras de mí, pero podría.
Es difícil imaginar una persona que no pudiera hacerlo. Debido a que los roles humanos son simples y los seres humanos son complicados. Ninguno de nosotros es siempre la persona que los otros esperan que sea. No amamos a nuestros seres queridos las 24 horas del día, 7 días a la semana. Las creencias que definen nuestras identidades: Pero no las creemos durante cada momento que pasa. Pero no queremos no ser confiables, no queremos confundir, y se siente como egoísta hacer que otros adapten sus roles sociales simples para compensar nuestra complejidad.
Así que, como la esposa del pastor que recita su credo, fingimos. Piensas algo y no lo dices, pues sabes que mañana tu pensamiento se habrá ido, pero el recuerdo de tus palabras perdurará. Tales son las pequeñas hipocresías que nos permiten vivir juntos, y no son algo de lo que haya que avergonzarse.
Pero de vez en cuando, no se van. Pasan semanas y meses, y en algún punto te das cuenta de que no estás de humor para eso, o tienes un mal día, o una fluctuación de tus neurotransmisores. Y este es El Nuevo Tú.
Y entonces tienes una opción: El Nuevo Tú permanecer en secreto, o no. Puedes seguir pensando una cosa y decir otra, o puedes decir a la gente: "Ahora soy así. Este es quien soy".
Y podría ser que lo entiendan.
Esa esperanza, pienso yo, es el mensaje último de PostSecret Project. Miras postal tras postal, secreto tras secreto, y piensas: "Podría entender eso. Podría perdonar eso". Luego empiezas a imaginar tu propio secreto colgado anónimamente allí en la pared, mientras pasan los extraños que entienden y perdonan.
Y entonces empiezas a preguntarte por La Gente Que No Se Supone Que Sepa. ¿Son acaso tan diferentes a ti, tan diferentes de los extraños que acabas de imaginar?
Quizás, comienzas a pensar, los has subestimado.