martes, 21 de octubre de 2008

Festival de los Muertos

Incluso en su forma secular y comercial, Halloween ritualiza nuestro destino inevitable


Por Patricia Montley
Publicado el 31 de octubre de 2005 en UUWorld





Pese a que en la mente de la mayoría de la gente que lo celebra, Halloween es ahora una fiesta secular que ha perdido su connotación religiosa con los santos y las almas de los bienamados muertos, todavía hay mucha gente alrededor del mundo que celebra festivales de los muertos, muchos de ellos en esta época del año.

Los adeptos wiccanos celebran este Festival de Samhain —'sowin'— (del 31 de octubre al 1 de noviembre) como la más importante de sus celebraciones estacionales. Un ritual común es la Cena Muda, que Anne Lafferty describe en "A Seeker’s Guide to Modern Witchcraft and Paganism":

En la mesa se utilizan platos, ollas y cubiertos negros. Se pone un lugar para cada persona presente, así como uno vacío al frente. Este lugar es para los Muertos Bienamados, quienes serán honrados en esta cena. El primer plato que se sirve es para ellos. Los vivos comen en silencio, piensan en sus ancestros y en otros y en otros seres queridos fallecidos. Cuando termina la cena, la comida sobrante, incluso la que estaba en el plato para los espíritus de los muertos, se quita y se coloca en el suelo.



Los participantes pueden contar historias y compartir recuerdos sobre sus muertos bienamados o cantar una canción en su honor. A veces, los alimentos que se preparan para la cena incluyen los platillos favoritos de los fallecidos en cuyo honor se celebra.

Desde finales de la edad media, se ha recordado a los muertos en los países cristianos de Europa y otros países del mundo con servicios religiosos formales el Día de Todos los Santos. Aunque el miedo a las "almas en pena" fue oficialmente declarado superstición, las creencias y prácticas paganas persistieron. En Alemania, por ejemplo, cuando los campesinos cosechaban el heno y lo llevaban al granero, rompían la primera paja y la ofrecían como alimento para los muertos. Todavía hoy en Lituania, luego del Festival de Mikeli en el Equinoccio de Otoño, comienza un periodo de sombra silenciosa. "En este momento",de acuerdo con Mara Mellena del Latvian Institute, "se hacen presentes las sombras —los espíritus de los muertos— para contemplar la vida de los hogares" y traer bendiciones para la futura vida y el trabajo.



Uno de los festivales más elaborados de esta época del año es el Día de los Muertos, que se celebra los días 1 y 2 de noviembre en México y otros países latinoamericanos. El primer día se dedica a honrar a los bebés y niños fallecidos, mientras que el segundo se honra a los muertos adultos. Aquí los muertos no son temidos, sino bienvenidos. Se combinan rituales católicos romanos de Todos los Santos y Fieles Difuntos con tradiciones indígenas mesoamericanas milenarias, el festival incluye ritos religiosos solemnes tales como misas y plegarias por los muertos en la iglesia [e incluso comidas y vigilias en los panteones].

También hay un festejo en la casa, que se decora con pétalos [de la flor de cempasúchil] e incienso de copal para invitar a los espíritus a entrar y tomar sus alimentos favoritos y del pan 'de muerto', que se coloca sobre mesas y altares domésticos decorados con cempasúchil amarillo y rojo [y calaveras de azúcar o chocolate con los nombres de los muertos], así como con fotos de los familiares fallecidos [también se deja un plato de comida y una veladora junto a alguna ventana para el 'ánima sola' que es el alma de los fallecidos en alguna zona remota o sin rituales funerarios apropiados]. Lo que no consumen los muertos sirve para ofrecer un festín para los vivos al día siguiente. Las sobras de esa comida pueden ser llevadas al panteón para dejarlas sobre las tumbas de los ancestros, o o distribuidas entre la comunidad. La festividad incluye procesiones solemnes, comida elaborada, decoraciones brillantes [de papel de china de colores picado] e incluso fuegos artificiales. Aunque es un tiempo de duelo por los muertos bienamados, la atmósfera prevaleciente es festiva. Los panes y dulces con forma de calaveras, esqueletos, ataúdes y lápidas 'endulzan' el concepto de la muerte, quizás recordando a quienes los comen la dulzura de la vida en el cielo así como en los recuerdos de los descendientes. Algunas familias realizan vigilias iluminadas con veladoras sobre las tumbas de sus seres queridos o participan en misas memoriales al aire libre.

Mientras que los usamericanos que suelen considerarse 'sofisticados' se sienten tentados a considerar algunas de estas prácticas como primitivas, insanas o enfermizas, en el peor de los casos, o extrañas y pintorescas en el mejor, Peter Morales llama nuestra atención respecto a "Traer a los muertos a la vida".

Si descartamos el Día de los Muertos como pura superstición, podríamos fácilmente perdernos las profundas nociones espirituales y sicológicas que hacen tan poderosa esta tradición. Un chico mexicano que pasa la noche en la tumba de su tío tiene una conexión a través del tiempo con sus ancestros de la que nuestros hijos suelen carecer. En tanto que los habitantes de la era tecnológica se vinculan a través de la WWW, los teléfonos celulares y la TV por cable o satélite, [en tanto que] tenemos máquinas contestadoras, correo de voz, localizadores y llamadas en espera, nos hemos cortado de tajo de la trama fina del tiempo. Las culturas tradicionales, con sus mediums, fantasmas y reencarnaciones, han entendido intuitivamente algo que nosotros hemos reprimido: que los muertos no mueren; sino que perviven.



Para los hindúes, los muertos perviven en la reencarnación de sus almas en otros cuerpos. Uno de los principales festivales del hinduismo —y posiblemente el único que efectivamente se celebra en toda la India— es Diwali, el Festival de las Luces (del sánscrito dipavali, o 'hilera de luces'), que se observa con servicios en el templo que incluyen el canto y recitación de los textos sagrados. Se celebra en fechas del calendario lunar que corresponden a fines de octubre o principios de noviembre en nuestro calendario gregoriano, marca el fin oficial del otoño y el inicio del invierno. En el Norte de la India, Diwali también señala el inicio del año nuevo comercial. La gente limpia sus casas, enciende lámparas de aceite y las coloca en filas a lo largo de los aleros de las casas y templos, o las hacen flotar sobre ríos. Invocan a la diosa de la fortuna y la prosperidad, Lakshmi, para bendecir sus casas y negocios al abrir nuevos libros contables. Se ponen ropas nuevas, Visitan a familiares y amigos para intercambiar regalos y encienden fuegos artificiales.

Pero en Bengala, Diwali honra a la diosa Kali, la creadora-preservadora-destructora del universo de 5 mil años, la madre primigenia de vientre dispuesto y tumba propicia que se encuentra en tantas religiones antiguas. Su aliento es el pulso del universo, pues es al mismo tiempo el mar de sangre menstrual que da a luz al mundo y la arpía emaciada y fiera cuya hambre primordial debe cebarse en animales y humanos para reponer la energía que conduce el cosmos. Así que frecuentemente se le retrata con un collar de claveras, el pelo salvajemente suelto, su lengua enrojecida de sangre, en un baile estático sobre terrenos de cremación, reuniendo a las almas para que sirvan como semilla de nueva vida. En esta modalidad destructora, Kali podría bien ser nuestra peor pesadilla —la pesadilla que hemos de enfrentar, pues al enfrentarla, afrontamos nuestro propio terror a la aniquilación.



Tal como Monica Sjöö y Barbara Mor nos lo recuerdan en The Great Cosmic Mother, los pueblos primitivos parecen entender que la vida y la muerte son lo mismo. Resulta paradójico que ellos lucharan tan denodadamente por hacerse concientes de lo mismo que nosotros procuramos escapar con todas nuestras fuerzas:

Los modernos que no matan ni siembran su propio alimento, ni entierran ellos mismos a su propios muertos parecerían haber resulto este problema evadiéndolo; pero de hecho, su resolución simplemente se ha delegado, en la actualidad, a las pesadillas, los mataderos, las salas de tortura, los escuadrones de la muerte y a las películas con crímenes reales o 'snuff',en las que los sacerdotes criminales ejecutan sacrificios obscenos a los dioses de la responsabilidad desplazada.



Para los pueblos antiguos, la paradoja resultaba algo más soportable a través de la expresión ritual de su furia, que frecuentemente tomaba la forma de sacrificios sangrientos para la deidad de la muerte. Para nosotros la paradoja sigue siendo insoportable e incluso, pese a nuestros mejores esfuerzos, inevitable. Así que procuramos trivializarla. Las brujas y fantasmas de las tarjetas y disfraces de Halloween son recordatorios domesticados de la mujer sabia wiccana que servía como partera y funeraria, que representaban lo sagrado y lo desgarrador, a la diosa del vientre dispuesto y la tumba propicia, de la vida y la muerte. Los fantasmas, duendes y lúgubres segadoras de los que la gente en los desfiles y fiestas hace parodias divertidas representan el mu grave destino del que en lo profundo sabemos que no podemos evadirnos.

Tal trivialización puede poner la paradoja a la distancia de un brazo, pero no puede resolverla. Aunque tal vez no sea demasiado tarde para que regresemos al ritual en pos de su resolución. No podemos, con toda seguridad, regresar a los sacrificios sangrientos practicados por nuestros antiguos antepasados, pero tal vez podemos abrazar otras clases de rituales que a la postre, sea que creamos en una vida después de la vida, o no, nos permitan encontrar consuelo en el entendimiento de que la vida y la muerte son una.


Extraido con permiso de "Samhain, Todos los Santos y Día de los Muertos" ("Samhein, All Souls an Day Day"), En honor de la naturaleza: Mitos y rituales para celebrar la tierra (In Nature’s Honor: Myths and Rituals Celebrating the Earth), Editorial Skinner House, derechos reservados 2005 por Patricia Montley. El capítulo incluye una variedad de rituales propios de la estación para su uso personal, familiar y congregacional.

Acerca de la a autora: Patricia Montley, es dramaturga y una directora teatral premiada, enseña en el Odyssey Program y en la Universidad Johns Hopkins. Es integrante de la Primera Iglesia Unitaria de Baltimore.



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