lunes, 21 de julio de 2008

Perdonar nuestros secretos

La gente guarda secretos por toda clase de razones, incluso los unitarios universalistas



Por Doug Muder 21 de julio de 2008, UUWorld.org (Trad. de Fco. J. Lagunes Gaitán)



Cuando era una niñita, pensaba que el Conejito de Pascua había matado al Niño Jesús.


La gente guarda secretos por toda clase de razones, a veces sólo para evitar la incomodidad. Pero otros pensamientos permanecen ocultos porque son demasiado toscos y dolorosos como para una conversación educada. La mayoría de las tarjetas se ilustran con dibujos, fotos o collages. Esta muestra un campo de cruces de un genocidio en Rwanda:


De noche le grito a Dios por permitir que suceda esto.


La escalera está en el Museo Americano de Arte Visionario en Baltimore. Las tarjetas provienen del PostSecret Project de Frank Warren. En 2004, Warren empezó a animar a la gente a enviarle sus secretos anónimamente en postales. Desde entonces, la arrolladora respuesta que recibió ha producido varios libros y una de las bitácoras más populares de la Internet. Esta exposición, Revelaciones de Fe, reúne secretos sobre religión.




Nadie ha dicho nada que me haga sentir mejor sobre el hecho de que todos moriremos algún día.


Escalón. Lectura. Meditación. Escalón.


En la primera docena de cartas, o tal vez un par de docenas, reacciono ante el carácter único de cada una. ¿Quién es esta persona? ¿Qué circunstancia singular lo/la llevó a mantener oculto este pensamiento particular, para sólo revelarlo de manera anónima?


Sentía tanta soledad que le pedí, tanto a DIOS, como a SATÁN que me trajeran a alguien. Ahora que estás aquí, no sé a cuál agradecer

En determinado momento también comencé a sentir una respuesta colectiva. Empecé a buscar temas y aspectos en común. Mientras unas pocas tarjetas mencionan al budismo o al judaísmo, la mayoría reflejan la cosmología Dios/Satán/Cielo/Infierno del cristianismo tradicional.


A veces temo que haya sido Dios quien me "castigó" con la depresión que comencé a desarrollar porque no creía en él.


Incluso la mayoría de los no creyentes parecen provenir de un marco judeocristiano.


He sido ateo por años pero a veces extraño la iglesia. Dile a tu Dios "Hola" de mi parte.

Muchos de los secretos se refieren a ti o a ellos. Supongo que un secreto es como el tango. Se requieren dos para bailarlo —uno que lo sepa y alguien más a quien no se le permita saberlo. En cada secreto hay una pregunta implícita: ¿Qué pensarían, o harían, esos otros si se enteraran?


Traté durante tanto tiempo de creer en su Dios.


Como unitario universalista, tengo problemas para identificarme con algunas de las tarjetas. Mi comunidad religiosa acoge a gente con dudas y también a quienes descrean, así que pensamientos como éste no tendrían que ser secretos entre nosotros:


Toco el piano en la iglesia, pero no creo en Dios.


Otras tarjetas confiesan pensamientos sexuales en la iglesia o sobre miembros de la iglesia —como si nadie más tuviera pensamientos semejantes o no los entendiese, o como si Dios se sorprendiese especialmente al encontrar tales pensamientos en Su casa. Al pertenecer a una fe que contempla positivamente al cuerpo y sus necesidades, puedo imaginar fácilmente tener ese pensamiento, pero no la culpa que lo convirtiese en un obscuro y poderoso secreto.


Al estar en medio de tan presuntuosas reflexiones sobre mi religión y su apertura un secreto llamó poderosamente mi atención:


Quiero ser unitario universalista, pero no sé si Dios lo acepte.


Dios se lo tomó bien, según recuerdo, pero me preocupaba lo que pensarían mis padres. Cuando publiqué un artículo en una revista humanista [=secular, atea o agnóstica], no se los mostré, aunque podrían haberse sentido orgullosos.

Supongo que también tengo secretos religiosos.


Así que me retiro unos pocos pasos, y doy una segunda mirada a esas confesiones de descreencia.


Soy la esposa de un pastor bautista del sur. Nadie sabe que no creo en Dios.


Esta vez, al imaginarme a la mujer, retrato a alguien que una vez creyó en Dios, y que no perdió esa creencia en un solo instante. Cada semana recitaba un credo, y al darse cuenta de que mentía, ya llevaría haciéndolo por mucho, mucho tiempo.


¿Por qué tengo problemas para identificarme con eso? A mí también me costó trabajo confesar el cambio. No es fácil decir "Esas cosas que te dije hace 6 meses —las cosas en las que estábamos de acuerdo— todas son tonterías. Ya no creo en ellas".


¿Cuánta gente en mi iglesia, me pregunto, podría estarse guardando algo como esto:


Toda mi vida he pensado que no había Dios. Anoche me di cuenta de que mis creencias podrían estar cambiando, y no sé qué hacer con esto.


O tal vez, en una comunidad que acoge la duda, ciertamente podría ser difícil confesar:


Encontré la iluminación, pero nunca se lo diré a nadie, puesto que es tan simple que nunca me creerían.


A veces la persistencia de la fe puede ser tan desagradable y perturbadora como su pérdida. No es difícil imaginar que un unitario universalista enviase esta tarjeta:


Ya no quiero creer en Dios, pero no importa cuánto lo intente, no puedo dejar de creer.


Más humilde, decidí intentar con mayor rigor ser empático. Entonces comencé a subir de nuevo la escalera. Escalón. Lectura. Meditación. Escalón. Algunos de los secretos son tan universales que me fue fácil cumplir mi resolución.



Perdonarme a mí mismo me resulta casi imposible.


Estoy frustrado porque no puedo ver la vida con perspectiva.


Y algunos son tan humanos que es fácil abstraerse de las diferencias entre nuestras teologías.


No he creído en Dios desde que me dijiste que te divorciabas de papá.


Odio que la gente diga que la oración funciona, porque no funcionó cuando le rogaba a Dios que salvara la vida de mi bebé.


Algunos son de lo más perturbadores porque las especificidades se dejan a la imaginación.


Si hubiese un dios, lo habría impedido.


Y algunos muestran una imagen demasiado fácil.


Cada vez que mi madre llama, me pide que ore. Al mentir y decirle que SÍ, muero un poco. pero sé que si le digo la verdad será ella la que muera un poco.


En la cima de la escalera, al final de la exposición, trato de generalizar de nuevo. ¿Qué hace que estas postales, pequeños destellos de comunicaciones anónimas, sean tan poderosas?


Warren hizo un buen trabajo al hacer uso de la dósis correcta de culpa. Las confesiones en la exposición, en los libros, y en su blog no son no son los grandes y terribles secretos, que poca gente tiene. No hay asesinatos. Y la gente de iglesia que finge su fe parece genuinamente conflictuada por ello. Nada de sociópatas haciendo alarde de las estafas en las que se se habrían salido con la suya, ni regodéadose por todos los tontos que les habrían creído.


La característica más sorprendente de estos secretos es cuán perdonables son. Los escritores de las tarjetas no son villanos. Son sólo gente que se siente hipócrita al no poder abrazar roles sociales a los que tampoco puede renunciar.


Igual que todo el mundo. Al salir del museo, paso junto a un buzón hecho de envoltura plástica y cinta adhesiva, y de una mesa con postales y plumas. No tengo un secreto tras de mí, pero podría.




Es difícil imaginar una persona que no pudiera hacerlo. Debido a que los roles humanos son simples y los seres humanos son complicados. Ninguno de nosotros es siempre la persona que los otros esperan que sea. No amamos a nuestros seres queridos las 24 horas del día, 7 días a la semana. Las creencias que definen nuestras identidades: Pero no las creemos durante cada momento que pasa. Pero no queremos no ser confiables, no queremos confundir, y se siente como egoísta hacer que otros adapten sus roles sociales simples para compensar nuestra complejidad.


Así que, como la esposa del pastor que recita su credo, fingimos. Piensas algo y no lo dices, pues sabes que mañana tu pensamiento se habrá ido, pero el recuerdo de tus palabras perdurará. Tales son las pequeñas hipocresías que nos permiten vivir juntos, y no son algo de lo que haya que avergonzarse.


Pero de vez en cuando, no se van. Pasan semanas y meses, y en algún punto te das cuenta de que no estás de humor para eso, o tienes un mal día, o una fluctuación de tus neurotransmisores. Y este es El Nuevo Tú.


Y entonces tienes una opción: El Nuevo Tú permanecer en secreto, o no. Puedes seguir pensando una cosa y decir otra, o puedes decir a la gente: "Ahora soy así. Este es quien soy".


Y podría ser que lo entiendan.


Esa esperanza, pienso yo, es el mensaje último de PostSecret Project. Miras postal tras postal, secreto tras secreto, y piensas: "Podría entender eso. Podría perdonar eso". Luego empiezas a imaginar tu propio secreto colgado anónimamente allí en la pared, mientras pasan los extraños que entienden y perdonan.


Y entonces empiezas a preguntarte por La Gente Que No Se Supone Que Sepa. ¿Son acaso tan diferentes a ti, tan diferentes de los extraños que acabas de imaginar?


Quizás, comienzas a pensar, los has subestimado.





viernes, 18 de julio de 2008

Asombrosa gracia

CLF/Quest Julio/Agosto de 2008


Por Edward Frost, ministro principal emérito, Congregación Unitaria Universalista de Atlanta, Georgia (Trad. Fco. J. Lagunes Gaitán)

Edward FrostVi al bailarín saltar y dar vueltas, cual si no pesara nada, sus movimientos no denotaban esfuerzo alguno. Lo hizo parecer tan fácil como si cualquiera pudiese hacerlo. ¡Yo podría hacerlo! La palabra que vino a mi mente al mirarlo de, desde luego, 'grácil', el arte de estar cómodos, y cada parte del todo perfectamente bien avenida y equilibrada. La comodidad aparente es engañosa. Tal vez uno ha alcanzado la gracia cuando subyacente no se nota. Al reflexionar, la complejidad, la disciplina por la que se logra la comodidad, se hace evidente. Cada músculo ha sido entrenado, cada movimiento practicado al punto del agotamiento. El artista ha dedicado la vida misma a llegara aun arreglo con la falta de comodidad, con el estado común de in-comodidad, con el desequilibrio. El artista se hace cargo del tiempo, de la acción, de sí mismo, confía en que tanto la acción como él mismo sean como uno. Y eso es la gracia.

La gracia, según la vemos, aparece tan simple, tan natural, tan "como debería ser". Al parecer la gracia debería ser nuestro estado común. Aunque sabemos que la gracia es poco común, un triunfo sobre la torpeza y el desconcierto, una victoria sobre la in-comodidad. La existencia humana,en su estado civilizado, es normalmente agraciada, armoniosa, o equilibrada, pero ante todo se contrapone consigo misma y con el universo. Lo humano está dividido contra sí mismo. La mente contra el cuerpo. La pasión contra la moderación. El pensamiento atrapa al sentimiento para negarlo. El espíritu contra lo material. Las exigencias civiles contra las virtudes privadas. La esperanza futura contra la experiencia pasada. Vivimos desconcertada y torpemente, en tensión, jaloneados por las oposiciones, en lucha por liberarnos, a veces nos rendimos a una tendencia, o a otra, con tal de apaciguar la tensión. Fue el humorista James Thurber quien dijo que justo al encontrar a nuestros corazones en un abrazo cercano descubrimos a nuestro pie atorado en el taburete del piano.

Cuando la palabra 'gracia' vino a mi mente al mirar al bailarín de ballet, mis pensamientos me llevaron a los canales de mi memoria para recordar mis días como estudiante de teología: de profesores grisáceos, con apariencia de personas sin-techo que mascullaban entre sus notas amarillas sobre el 'misterio de la gracia'. Pensé en el joven que era, un imberbe metodista estudiante para el ministerio que predicaba contra la "gracia barata" en la región maderera del norte de Maine, un predicador bien intencionado del evangelio renunciaba a la doctrina de la gracia, abandonaba al Padre, Hijo y Espíritu Santo, al alzacuellos de clérigo, al obispo, la santa comunión, y huía hacia la entonces imaginada simplicidad del unitarismo y a la libertad de la dulce razón sin mácula de misterio.

La gracia había sido una de mis herramientas profesionales hasta que la dejé de lado en favor de la maquinaria modernista, de una religión más aerodinámica y simplificada sin lugar para componentes dificultosos tales como la 'gracia' y la 'salvación', que requerían de demasiado tiempo para pensar sobre ellos, demasiado pensamiento, tal vez se trataba de que requerían de demasiada confianza y fe para su manejo.

Así que incurrí en la prédica de 'cómo ser feliz', en línea con el más reciente libro popular de sicología, y, aquí y allá, hice algunos llamados inocuos para preservar alguna u otra parte del mundo, lo que nos hacía sentir buenos y nada cambiaba. Pero esto no podía durar. La religión, como lo dijo Channing, lo es todo o no es nada. La verdadera religión tiene que ver con las cosas últimas. necesitamos decidir qué cosas son de interés pasajero, qué cosas son del momento, y cuáles son, en nuestra existencia personal y comunitaria, últimas e ineludibles. La gracia, entonces, volvió al vocabulario de mi existencia a través de la gracilidad del bailarín, pero llegó acompañada de lenguaje teológico —un equipaje necesario para clarificarla.

La gracia, en la tradición cristiana, ha parecido ser algo tan escaso que su evidencia ocasional en un ser humano ha ameritado una explicación sobrenaturalista. Lo que quienes elaboraron la doctrina cristiana vieron en la humanidad en general no fue la comodidad y la armonía de la gracia, sino justo lo contrario. Lo que vieron en la humanidad fue el caos, lo que llamaron el "pecado". Se asumió que la humanidad una vez habría tenido la posibilidad de una existencia en la gracia, de una vida sin caos, sin pecado, pero que habría perdido esa posibilidad merced a la caída de Adán. Con "la caída de Adán", bordaron la pieza de "todos hemos pecado". La humanidad, a través de la desobediencia de aquellos primeros padres fabulados, habría de vivir despojada de la gracia, torpemente, en conflicto y alienación de sí misma, con Dios y la naturaleza. Lo que sería decir que, debido al hecho de haber devorado apresurada y furtivamente un fruto prohibido, por siempre hemos vivido en la carencia de gracia.

Jesucristo, según la doctrina cristiana, era 'la nueva dispensación' [suele llamarse 'dispensación' al método, sistema o programa según el cual Dios llevaría a cabo sus propósitos hacia el hombre], o 'el nuevo Adán'. A través de él, la gracia —la salvación— habría llegado a los seres humanos como un regalo inmerecido de parte de Dios. Los seres humanos, según esta doctrina, no pueden hacer nada para ganarse o merecer el regalo de la gracia de Dios. Fue un regalo de amor. "Pues Dios amó tanto al mundo" dijeron, "que dio a su Hijo único".

La gracia, en términos cristianos tradicionales, es el don inmerecido de Dios que no ha sido ganado por el que la gente se eleva desde una vida de pecado, y se le anuncia una vida de fe en la que vive y actúa consistentemente con la fe. Se conocen por su fe y obras quienes viven en la gracia.

¿Pero qué ha de significar la gracia para quienes dudan de este Dios que nos alcanzaría desde tan lejos y fuera del mundo, e impondría su don de salvación del pecado sobre una humanidad que no lo merecería? ¿Habría gracia para los humanistas, los agnósticos, y los ateos —o para los teológicamente híbridos unitarios universalistas? En los términos tradicionales, la gracia es el antídoto al estado de pecado. "Amazing grace…that saved a wretch like me" (Asombrosa gracia... que salvó a un vil miserable como yo). ¿Necesitamos esta salvación del pecado?

No me refiero con 'pecados' a hacer cosas malas tales como, mentir, engañar o robar. Por 'pecado' me refiero a un estado del ser, a un estado en el que somos menos de lo que podríamos ser, en el que nos quedamos cortos respecto a nuestras posibilidades, un estado en el que vivimos en discordia, en el que nos encontramos, para ponerlo de manera simple, des-gracia-dos.Vivir en pecado es vivir una clase de existencia torpe, inconveniente, no agraciada debido a que sería demasiado barata, demasiado avariciosa, o a que seríamos demasiado cobardes para saber qué es el bien y para hacerlo.

Este estado de 'pecado', este estado del ser en el espacio intermedio entre lo que somos y lo que podríamos ser, nos conduce a buscar comodidad y alivio en lugares extraños, ser 'libre' al costo de la libertad verdadera, tener respuestas, no importa cuán facilonas, que resolverán los conflictos de nuestro ser. Emerson nos precavió de dejar de lado nuestra razón (la que, según dijo, es nuestra unidad con Dios) y de negar nuestro intelecto, el medio de conocer esta unidad. Dejamos de lado la razón y el intelecto por la gracia barata, los falsos dioses y los profetas orates. El estado de in-comodidad, de discordia, impulsa a muchos cultos, a los gurús y los juegos mentales del momento, a las pseudofilosofía y pseudosicologías, a toda clase de dogmas unilaterales y al fanatismo.

El teólogo unitario, James Luther Adams, dijo que la existencia humana "queda siempre comprendida entre el hecho y el acto responsable". Esto es, que somos responsables por lo que hacemos con lo que tenemos.

Tenemos lo que está dado en el momento de nuestro nacimiento en cuanto al lugar, la sociedad, y la cultura. Tenemos lo que está dado por nuestras limitaciones y posibilidades genéticas. Y tenemos la doctrina cristiana sobre la 'voluntad de Dios' y lo que simplemente llamo el 'Misterio'. Lo que es decir que al sumar todo lo que tiene que ver con hacernos quienes somos, encontramos que somos más que la suma de las partes.

El bailarín es más que un técnico experimentado. La danza es claramente más que aprender a mover el propio cuerpo, así como la música es más que saber en dónde están las notas y la poesía más que hacer rimas. Lo que vemos en el arte y en la belleza requiere de una palabra especial. Esa palabra es la gracia. La palabra 'gracia', aliviada de su viejo equipaje tradicional, es aun necesaria para describir ese estado del ser que es más que unas meras técnicas habilidosas para vivir.

Baryshnikov se mueve, actúa y baila con confianza en su habilidad, debido a que la ha practicado, y la ha practicado en la confianza y en la aceptación de que, cualesquiera que pudiesen ser las otras realidades vitales, lo que hace es bello, bueno y verdadero. Confiar en el contexto —el lugar en el que debemos vivir nuestras vidas—, confiar pese al caos y la tragedia, en vez de vivir aterrorizados por lo que no hemos hecho y no podemos controlar —esto es vivir graciosamente.

Aceptar lo que está dado en nuestra experiencia personal y actuar responsablemente, resueltos y con un propósito, con confianza, esto es lograr y experimentar un estado de gracia, un ser grácil. Aunque no he conocido a nadie que haya vivido de una manera plenamente grácil que no haya luchado para vivir de esa forma, luchado para aprender del dolor que no tiene sentido, y asumido el costo de liberarse y permitirse ser.

Pero, se los aseguro, hay gracia. La he sentido rodearme en ocasiones, restaurarme, y bendecirme con una a visión transitoria de armonía y equilibrio. No creo que la gracia sea un don impuesto a nosotros desde arriba. Creo que la gracia es una invitación permanente, el universo extendido como una mano contra la que chocamos, hasta que finalmente somos capaces de descansar sobre ella.

[Vínculo a artículo de Wikipedia sobre el himno aludido en el título: Amazing Grace de John Newton, publicado en 1779]

Versión MP3 en inglés



lunes, 7 de julio de 2008

La restauración

Quest/CLF, julio/agosto de 2008


Por Marjorie (Midge) Skwire, Ministra Emérita, Iglesia Unitaria Universalista de la Orilla Oeste, Cleveland, Ohio (Trad. Fco. J. Lagunes G.)

Marjorie Skwire

Conozco a un granjero que dice que ha tenido la misma hacha toda su vida —sólo le cambió el mango tres veces y la cabeza otras dos. ¿Posee todavía la misma hacha?

Cuando leí por primera vez estas palabras en el libro de Howard Mansfield, La misma hacha, dos veces me fascinó el problema filosófico que se proponía. Pero mis cavilaciones filosóficas cedieron su lugar a la realidad cuando me encontré en el hospital, tan sólo unas pocas semanas después. Pese a que logré evitar que me reemplazaran la 'cabeza' y el 'mango', me encontré con que ahora tengo un implante electrónico para regular el latido de mi alocado corazón.

Me preguntaba de qué manera me afectaría. ¿Sería aún la misma persona? Me hice esa pregunta por varias semanas. Pero llegó un momento en el que pude decir, "Hoy me siento como yo misma". Fue entonces que supe lo que significa la restauración, al menos en el ámbito de mi vida. No tenía que ser la misma que antes fui, sino que tenía que ser yo misma —sentir aquellos aspectos de mi propio YO que considero que considero que me hacen una persona única. Cositas como disfrutar un relato de misterio, o terminar un crucigrama, y cosas mayores como comenzar a pensar en los demás, en vez de sentirme increíblemente absorta en mí misma.

La restauración significa regresar hacia el lugar en el que antes estuve, pero con nuevas experiencias, nuevo equipamiento y un nuevo entendimiento de lo que me hace ser quien soy. No sé si soy la misma, pero me siento como yo misma, y justo ahora eso es suficientemente bueno para mí.

Como unitarios universalistas, obtenemos una restauración genealógica de nuestros antecesores universalistas. La obra de Elhanan Winchester, Dialogues on the Universal Restoration (Diálogos sobre la restauración universal), que data de 1788, se basa en pasajes del Libro de los Hechos, que promete un momento de "restitución de todas las cosas". Para los primeros universalistas esta creencia en la salvación universal fue la piedra angular de su fe y los convenció de que, toda la gente sería eventualmente restaurada por Dios. Vivían a la sombra del calvinismo, con su insistencia en la depravación de los seres humanos y la tranquilidad de la salvación reservada sólo para unos pocos.

La restauración sería el plan de Dios para regresar al mundo a su verdadera creación, para servir a la promesa de que sin importar cuán pecaminosas, difíciles o quebrantadas hubiesen sido sus propias vidas, participarían en "la bienaventuranza y felicidad finales de toda la raza humana".

La restauración es retorno. Es promesa y esperanza. Pero también es pérdida y cambio. Es algo nuevo, elaborado de lo viejo, que se le asemeja, pero que cuenta con una historia propia. Puede ser un hacha con mango y cabeza nuevos.

¿Cuándo es que algo restaurado deja de ser el mismo objeto? Si el granjero sólo reemplaza el mango, ¿sigue siendo la misma hacha? ¿Y si sólo reemplaza la cabeza? Si el hacha fuera una herencia ancestral que se remontara a George Washington —el instrumento mismo utilizado para cortar aquel-tan-famoso cerezo—, y hubiese tenido un buen uso por parte de cada generación sucesiva, y se hubieran reemplazado periódicamente el mango y la cabeza, ¿haría esto alguna diferencia? Pensemos en el más antiguo navío de la armada de los EUA, el USS Constitution. Aunque se piensa que peleó su última batalla en 1815, la nave reside en el Puerto de Boston y es mantenida en su forma original. Ha sido reconstruida y reparada 9 veces en su historia, y se ha reemplazado entre un 80 o 90% de su estructura. ¿Acaso no es la misma nave? O pensemos en el santuario de Ise, en Japón. Reconstruido 61 veces en más de 1300 años, no tiene ni una fibra de la madera y la paja originales, aunque habita en los corazones de la gente como un viejo monumento de1300 años. No es una réplica; es la cosa real.

Howard Mansfield responde a la pregunta sobre el hacha de la siguiente manera:

¿Posee todavía la misma hacha? Sí... Posee la misma hacha, incluso más que algún granjero vecino que nunca hubiese reparado la suya. Rehacer una cosa correctamente es descubrir su esencia.

Una herramienta tiene una doble vida. Existe en el sentido físico, toda metal y madera, y habita en el corazón y en la mente. Sin estas dos vidas, la herramienta muere. El granjero que restauró su hacha tiene un sentido más verdadero de ella. Tiene en sus manos la historia de construir un hacha. Los museos están llenos de casos de herramientas que ya nadie sabe usar. Un hacha reparada es una tradición viviente.

Nada me entristece más que mirar las exposiciones itinerantes de antigüedades y ver que a los juguetes en perfectas condiciones, con los que nunca jugaron e incluso están en sus cajas originales, se les asigne un valor mucho más alto que a los bienamados osos Teddy que muestran la evidencia del uso y del afecto. Esas antigüedades perfectas de alto precio, en mi opinión, no son realmente juguetes para nada, pues nadie ha descubierto nunca su esencia. Ni siquiera puedo recordar el número de veces que cosí de nuevo los brazos y piernas de mis juguetes favoritos cuando era niña, o que los volví a rellenar. En algún momento de los pasados 30 años las Baby Beans (llamadas así porque estaban rellenas de cuentas de poliestireno) se convirtieron en las Baby Polyfil (rellenas de polietileno), pero puedo asegurarles que esa era (y es todavía) mi misma muñeca bienamada. La restauración es preservar la esencia de una cosa —su carácter único y su sentido especial.

Cuando comencé a pensar en la restauración consulte a un experto, Bruce Christman, jefe del Departamento de Conservación del Museo de Arte de Cleveland. Cuando caminamos por los talleres, la primera cosa que vimos fue un retrato recientemente adquirido realizado por Franz Hals. Mientras Bruce me explicaba lo que se hacía a la pintura, me alarmé. En algún momento en la historia del relato se le pintó un escudo de armas en la esquina superior derecha. No había sido parte del trabajo original de Hals, pero sí había sido parte de la pintura por mucho tiempo. Lo que me alarmó es que estaban en el proceso de pintar encima del escudo de armas. Bruce explicó que querían restaurar la obra para que apareciera ante los ojos de quienes la vean tal como había sido concebida originalmente, pero que no deseaban perder del todo la historia del retrato. Se tomó la decisión de pintar encima del escudo de armas con materiales que pudieran removerse fácilmente en el futuro. Porque si en algún momento futuro el retrato quedara en posesión de algún museo en el que la historia fuese más valorada que la estética, se podría remover la pintura superficial y así dejar expuesta su historia. La conservación busca preservar y estabilizar una obra de arte. No siempre es posible regresar hasta la manera en que el artista la creó. Lo importante es preservar y respetar la esencia de la obra.

No sólo los granjeros y los conservadores se dedican a la restauración. Todos lo hacemos. Cuando nuestras vidas parecen caerse a pedazos necesitamos encontrar los recursos apropiados, las herramientas y los materiales para comenzar la restauración. Durante un programa vacacional escolar, hace algunos años, preparamos una excavación arqueológica detrás de la iglesia. Uno de los retos para los niños era tratar de armar de nuevo un jarro a partir de los pedazos que encontraran. Es un maravilloso símbolo de la restauración de los quebrantos en nuestras vidas. Algunas piezas se perderán para siempre; será difícil determinar dónde colocar otras piezas; algunas pueden resistirse persistentemente a quedarse pegadas en el lugar que les asignamos; el producto final se asemejará al original, pero no será el original. La nueva creación tendrá una historia adicional y su propio significado, pero retendrá la esencia del jarro original y, esperemos, podrá funcionar de maneras similares. Un jarro restaurado puede no ser capaz de contener agua, pero podría contener un arreglo de flores secas. Es identificable como un jarro y tiene roles, históricos y funcionales que desempeñar.

Cuando las cosas van mal en nuestras vidas —la desgracia, una crisis de salud, una relación difícil o un revés financiero— a veces nos sentimos dispersos, como fragmentos de cerámica en un sitio arqueológico, un poco por aquí y un poco por allá. En nuestro estado ansioso, y en esta época de reparaciones rápidas, buscamos a nuestro alrededor a alguien capaz de armar las piezas por nosotros. Pero, como lo aprendió Humpty Dumpty, no es tan fácil. La misma esencia de la cáscara de huevo es su fragilidad.

Es importante para nosotros recordar nuestra esencia. Puede que hayan ocurrido cambios en nuestras vidas —cambios de los que no hay regreso. El mango y la cabeza del hacha han sido reemplazados, pero detrás de esos cambios hay una persona esencial que ha existido continuamente desde su nacimiento y que permanecerá en el futuro. Necesitamos redescubrir a esa persona esencial.

Cada suceso en nuestras vidas tiene sus orígenes en el pasado y nos conducirá hacia el futuro. La vida sigue su curso, y cada nuevo mañana abarca en su abrazo su hoy y su ayer. No estamos atrapados en el hoy, sino que somos parte de una continuidad de vida que nos da la oportunidad de renovarnos continuamente a nosotros mismos.

Alabamos la promesa de restauración.

Howard Mansfield concluye su libro con estas palabras:

La nuestra es una época de enlaces rotos, de vínculos perdidos entre el corazón y el trabajo, el alma y la política, la comunidad y el YO. La restauración es renovación —un esfuerzo por reparar el mundo— o de otra forma no vale la pena. La buena restauración es una oración, una ofrenda. Una alabanza, atención prestada; se revela en la gloria y en el espíritu de esta vida.

Pon atención a lo que sucede centro y alrededor de ti. Redescubre tu esencia. Construye vínculos con otros. Encuentra una cosa pequeñita que puedas hacer para arreglar el mundo, y entonces hazla. Ofrece una oración de agradecimiento por lo que ha sido, lo que es y lo que será. Estas son herramientas de restauración que todos tenemos a la mano. Con ellas podemos renovarnos y a nuestro mundo.



domingo, 6 de julio de 2008

Las astronomías cambian, mientras que las estrellas permanecen


El hecho de que las astronomías cambien, mientras que las estrellas permanecen, es una analogía verdadera de cada rama de la vida y el pensamiento humano, y la religión no menos que cualquier otra. Ninguna teología existente puede ser una formulación final de la verdad espiritual.

Harry Emerson Fosdick (1878-1969)