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miércoles, 2 de junio de 2010

Los siete pecados capitales del Unitarismo Universalista



Los unitarios universalistas no son precisamente conocidos por hablar mucho que digamos del pecado [que etimológicamente significa quedarse cortos o errar en el blanco, como en arquería]. Insisten en el potencial humano para el bien. Nos gusta de esa manera. Queremos una religión que se centre en las aspiraciones humanas, más que en las debilidades humanas. No creemos tanto en el pecado original, como creemos en la bendición original. Creemos que los niños no nacen en el pecado, sino que nacen con limitaciones, como encarnaciones irrepetibles de la Vida misma.

Pero hay momentos en los que quizá deberíamos envidiar el afilado vocabulario con el que cuentan otras fes para discutir las tendencias humanas que pueden ser destructivas. Algunas tendencias humanas pueden ser en sí mismas destructivas y, a veces, las tendencias humanas positivas tienen resultados contraproducentes —o se insiste demasiado en ellas— y guían nuestras vidas de manera desproporcionada. Incluso las tendencias buenas pueden convertirse en destructivas si las aplica con demasiada intensidad, fuera de proporción con otros valores. El pecado es una expresión práctica para señalar estas incidencias.

No se trata sólo de tendencias individuales en las que se pudiera incurrir fuera de proporción, sino también de tendencias colectivas. Lo vemos en las empresas que —como suele suceder en esas actividades— se centran en obtener una ganancia y terminan por enfocarse de una manera tan excluyente en ese objetivo que niegan el impacto humano y ambiental de sus acciones. Vemos esta insistencia excesiva en una tendencia originalmente positiva cuando las religiones ortodoxas, en un intento de proporcionar un camino claro hacia lo sagrado, terminan por condenar todos los demás caminos. Y esto lo vemos por lo menos de siete maneras aquí en el unitarismo universalista. No somos inmunes.

Las filosofías e instituciones que elogiamos tienen sus propias maneras particulares de llegar a resultados inesperados contraproducentes. Amo esta religión, amo este movimiento, amo aquello por lo que luchamos en esta comunidad y la manera en la que trabajamos por ello. Y aun así, trato de no cerrar los ojos a nuestros defectos. No puedo hablar de la totalidad del movimiento, pero he visto al unitarismo universalista en unas 40 de sus casas, en catorce estados de los EUA. Creo que he visto ciertas tendencias, algunas negativas y otras positivas, que por alguna razón se presentan fuera de proporción en nuestra fe, y en la religión liberal en general. Para los propósitos de este sermón, llamaré a éstas Los 7 pecados capitales del Unitarismo Universalista.

Escúchame fuerte y claro. Esta fe merece ser celebrada. Esta fe merece ser anunciada a gritos desde las azoteas. Pero al celebrar esta fe y esta comunidad, al gritar desde las azoteas, que haya también un susurro en tu cabeza, que te recuerde los 7 pecados a los que el unitarismo universalista es propenso. ¿Cuáles son los 7 pecados capitales del unitarismo universalista? Bien, te daré una pista. Los escucharás en un susurro ('WHISPER'). El primer así llamado pecado inicia en ingles con una 'W'. El que sigue inicia con una 'H'. Y así sucesivamente.



La primera tendencia que he notado es algo de Wanderlust [=pasión o gran deseo por viajar muy lejos y a muchos lugares diferentes]. Es una cosa bella del unitarismo universalista que no estemos atados a un dogma, que alentemos la exploración espiritual, que encontremos nuevos entendimientos y sabiduría de muchas religiones mundiales. Hay un gran poder en este método que no se encuentra en muchos caminos religiosos más tradicionales.

Aunque, esta apertura mental y búsqueda perpetua puede conducirnos a una muy fuerte o irresistible pasión desproporcionada por seguir en movimiento (wanderlust). Podemos leer esta o aquella escritura, o practicar esta o aquella técnica de meditación por un rato, pero nos mostramos caprichosamente nerviosos de quedarnos demasiado tiempo en un mismo lugar. Este afán desmedido de vagar (wanderlust) nos lleva a valorar más las preguntas que las respuestas. De ahí la 'W' de 'WHISPER', W–Wanderlust.

La H viene de hipocresía. Es decir que la religión de cualquier clase es particularmente vulnerable a la acusación de hipocresía. La religión está para establecer ideales y para llamar nuestra atención hacia ese horizonte. Llamemos al horizonte iluminación, por ejemplo. O sólo nombremos una porción de ese horizonte, un ideal hacia el cual caminar —gentileza, bondad, compasión, amor incondicional. La religión nos ayuda a mantener ese horizonte en nuestra mira, y nos proporciona la fuerza para caminar en esa dirección. A veces la gente religiosa es acusada de hipocresía debido a que no ha alcanzado aún ese horizonte. No son perfectamente gentiles o compasivos, o no están llenos de amor incondicional. Bueno, esa no es hipocresía, tan sólo es ser humanos. La hipocresía real, de la clase que entra en la nuestra lista, ocurre cuando la gente religiosa vislumbra parte de esa meta a la distancia, y afirma que camina hacia ella, y podrían de verdad pensar que se dirigen hacia allá, cuando en realidad ni siquiera lo intentan.

Por ejemplo, decimos que nos animamos y alentamos mutuamente en nuestro crecimiento espiritual. ¿Cuán activamente intentamos hacer esto? Decimos que promovemos una comunidad mundial de paz y justicia. ¿De verdad estamos comprometidos con ese proceso? Y me refiero a algo más que a hablar al respecto y trabajar un poquito hacia ese fin. Nos llamamos unitarios universalistas, y tenemos alguna noción de lo que eso significa. ¿Pero hacemos realmente nuestra parte para caminar hacia esa meta a la distancia, y tomamos las manos de otros y los ayudamos por el camino? ¿O nos quedamos en donde estamos? H–Hipocresía.

La I es para el intelectualismo. No tiene nada de malo la racionalidad, ni que en nuestra iglesia contemos con algunos miembros con una formación académica elevada, pero creo que estamos ante un problema cuando hacemos de la experiencia religiosa un ejercicio intelectual. El mapa no es el territorio, el menú no es la comida. Si nuestras vidas religiosas han de florecer, no debemos tratar la vida religiosa como un ejercicio meramente intelectual. Debemos abrir nuestras almas hacia lo desconocido, ya sea a través de la meditación, de hacer labor social, o a través de la oración, hacia un universo misterioso, o a través del descubrimiento de la chispa de divinidad que hay en cada ser sensible, que frecuentemente encontramos en la intimidad espiritual y la ultimidad [=cualidad del horizonte extremo de la vida humana] en el ministerio de grupos pequeños [Grupos Cáliz]. La religión no tiene que ver sólo con hablar, se trata de experimentar, y frecuentemente requiere ir más allá del mero intelectualismo. I–Intelectualismo.

Para discutir la cuarta tendencia, quiero iniciar haciéndote saber que hay mucha gente, en tu barrio y en el mío, que no ha participado en una comunidad de fe por algún tiempo. Y que lo echan de menos. Los individuos de ese grupo están hambrientos de algo a lo que no pueden nombrar, de algo que echan en falta en su vida. Tal vez sus hijos han comenzado a hacer preguntas que no pueden responder, pues no tienen listas las respuestas en la punta de la lengua. Quizá se retrotraen a los que fueron sus hogares religiosos durante su infancia y encuentran que ya no pertenecen ahí. Tal vez han experimentado recientemente alguna tragedia.

Conciente o inconcientemente están en una búsqueda. Hace unos pocos años, podrías haber sido parte de ese grupo. Ahora cuentas con una comunidad religiosa. Pero hay otros todavía en busca de lo que encontraste en nuestra tradición religiosa.



Imagina que después en la semana, estas en el trabajo, o en una fiesta, y te encuentras a alguien que está en esta búsqueda. Podrías no saber que están en ella; podrían no presentarse como gente que busca, pero ahí estarán. Te dicen, "Oh, entonces eres unitario universalista. ¿Qué es eso?" ¿Cómo responderías? De verdad piensa cuál sería tu respuesta más probable. Tal vez has apartado algunos cuantos pensamientos para un momento como este, y los compartes. Hablas de lo que el unitarismo universalista significa para ti. Hay quienes buscan lo que tenemos aquí, y está en nuestro poder compartirlo.

El unitarismo universalista salva vidas, y lo digo literalmente. Hay gente en este momento que está sola y ansiosa por encontrar un lugar en el que sea aceptada por quien es. No dejarlos enterarse del secreto de nuestra existencia es una forma de tacañería. W, H, I, S–Stinginess (tacañería). Es tan fácil tomarse unos pocos minutos para organizar lo que dirás la próxima vez que alguien te pregunte qué significa ser unitario universalista. Podrías citar a Erica Alston, cuyas palabras aparecen en Articulating Your UU Faith (Articular tu fe UU) de Jaco ten Hove y Barbara Wells ten Hove, y decir: "Es una religión liberal y librepensadora guiada por valores compartidos, más que por algún dogma o credo particulares. Esto permite que los individuos afirmen sus creencias personales con base en la conciencia y la experiencia. En su centro, el unitarismo universalista insiste en la valía y dignidad de cada persona y en la interrelación de todas las cosas. Los UU son animados a dar vida a sus valores, a demostrar compasión, respeto y justicia, al trabajar juntos para hacer del mundo un mejor lugar para dejarlo a nuestros hijos".

Te tomaría tres minutos decir eso, o algunos más escribir algo por ti mismo. No darnos tiempo para prepararnos para dar la bienvenida a otros buscadores a esta fe, es, en una palabra, tacañería. Repasemos. W–Wanderlust (pasión errabunda), H–Hipocresía, I–Intelectualismo, S-Stinginess (tacañería).

El siguiente es una suerte de quijotismo optimista desbocado ('P' por Pollyannaism, que es una expresión en inglés que proviene del personaje de una novela que era irremediablemente optimista). Usar una palabra tan inusual y difícil como 'Polianaísmo' debería contar como un pecado en sí mismo, pero resulta que es una palabra real que denota optimismo ciego. Lo vemos frecuentemente en nuestra visión unitaria universalista de la naturaleza humana. Los universalistas expulsaron al infierno y al diablo de la teología a fines del siglo XVIII, en los inicios de la vida independiente de los EUA, y esta fue una buena acción. No hay tal cosa como el diablo, según creo, ni hay tal cosa como el infierno. No existen. Pero sí que hay tal cosa como el mal humano. Cuando hablo del mal en los humanos me refiero a nuestra capacidad de estorbar la vida de los otros y la nuestra propia. Me refiero al asesinato de nuestro potencial. Vemos el mal humano en la contaminación creciente, en la hambruna y en las especies que se extinguen, la homofobia, las fábricas de armas, la violencia armada generalizada, las maquiladoras y talleres explotadores y con pésimas condiciones de trabajo, el prejuicio racial y de clase. Y más. Mucho más. Sólo diré que en nuestro quijotismo polianaísta, en nuestra tendencia a insistir en lo bueno y lo bello, perdemos algo. Nuestras discusiones de los males de la sociedad de alguna forma pueden quedarse cortas y superficiales si no reconocemos la presencia del mal que acecha dentro. Necesitamos aprender a nombrar el mal humano, cómo hablar de él. Este es un territorio peligroso para la discusión, pues ninguno de nosotros puede finalmente decir qué es el bien y qué es el mal. Pero el mal domina nuestro mundo, y la evitación de hablar sobre él sólo nos conduce a su perpetuación. Hemos tenido suficiente de esta falta de realismo. W, H, I, S, PPolianaísmo.

¿Ya adivinas qué significa la 'E'? Es por el egotismo. Como movimiento caemos en él. Honramos la sabiduría de todas las tradiciones religiosas del mundo, pero ciertamente estamos más que satisfechos de estar en esta. Y eso está bien. Nunca escuché a ningún UU decirlo, pero a veces siento que pensamos que todos querrían ser unitarios universalistas; o por lo menos, que lo serían si fueran lo suficientemente iluminados. Y eso es bastante egotista. W, H, I, S, P, EEgotismo.

Finalmente llegamos a la R, por relevancia. O más precisamente, falta de relevancia. Esta comunidad de fe representa una maravillosa diferencia en las vidas de la mayoría de sus miembros. Esto incluye los miembros encarcelados de la Iglesia de la Mayor Fraternidad (CLF), quienes no sólo reciben la revista Quest, sino que también se hacen de nuevas amistades y pueden aprender sobre el unitarismo a través de un curso por correspondencia [sólo en inglés por ahora]. Aunque, además del impacto de la CLF sobre las vidas de sus miembros, ¿cómo es que nuestra congregación ayuda a hacer del mundo un mejor lugar? Miremos cómo participamos en el programa de Santuario Verde, al unirnos a otras iglesias UU en un compromiso por el ambiente. Pero esto parece sólo un inicio. Al crecer preguntémonos: ¿Cómo puede nuestro grupo geográficamente disperso ministrar al mundo? ¿Cómo podemos colocarnos del lado de los oprimidos y construir un mundo mejor para nuestros hijos? No voy a responder estas preguntas. Pero en los años por venir, nosotros, como comunidad las hemos de responder. Nos lo preguntamos ya, al comenzar a descubrir nuestro pleno potencial como congregación. Me emociona la contemplación de lo que será nuestra respuesta mayor futura. W, H, I, S, P, E, RRelevancia.

Así pues. Estas son las 7 tendencias en el unitarismo universalista que, en mi perspectiva, pueden llevarnos a resultados contraproducentes. Los 7 pecados del unitarismo universalista: W–Wanderlust (pasión errabunda), H–Hipocresía, I–Intelectualismo, S–Stinginess (tacañería), P–Polianaísmo (optimismo irredento), E–Egotismo, R–Relevancia. WHISPER (susurro).

Somos un pueblo bueno y bendito, y esta es una fe buena y bendita. Podemos trascender el intelectualismo y la pasión errabunda para asumir y reivindicar las respuestas que encontremos en nuestra búsqueda. Podemos movernos más allá del egotismo y la hipocresía, y avanzar en nuestros esfuerzos para vivir esta fe. Podemos ver que el mundo está herido, y decidir que llevaremos vidas más relevantes. De una tacañería que nos hace aferrar a esta fe fuertemente a nuestro pecho, podemos transitar hacia una generosidad que nos permita compartir nuestra fe con todos aquellos a quienes pueda beneficiarles. Al hacerlo, al caminar hacia el horizonte, el susurro se convierte en una canción gozosa. Que así sea.



miércoles, 25 de febrero de 2009

Dios (y variaciones sobre el Tema)

Por Jane Rzepka, ministra principal, Iglesia de la Fraternidad Mayor (CLF)

(Trad. Francisco Javier Lagunes Gaitán)

Jane Rzepka

¿Crees en Dios?


No sé qué tan frecuentemente se los pregunten. Tal vez nunca. Pero cada par de meses alguien me pregunta si creo en Dios. Podrían preguntármelo exactamente de esta manera, '¿Cree usted en Dios?' O podría ser, 'Usted cree en Dios, ¿no es así?' O, como lo preguntan muchas veces los niños, '¿De verdad hay un Dios?'


¿Cómo lo preguntas? Se que a algunos de ustedes podría parecerles que, 'Es una pregunta fácil. La respuesta es «sí»' O 'La respuesta es «no»'. No habría problema con ello. Otro grupo de ustedes sin duda respondería algo como, 'Depende de lo que quieras decir con «Dios»'. Quieren que su interrogador mencione los términos de referencia antes de hacer una declaración. Y luego todavía otros de ustedes actuarían proactivamente y comenzarían por definir sus propios términos —su propia concepción de lo que podría ser sagrado según su perspectiva. Dirían algo así como, 'Bueno, creo que hay alguna clase de espíritu, o algo algo mayor que nosotros mismos, o que hay un propósito mayor para nuestras vidas'. Tal vez llames 'Dios' a eso, tal vez no.


Cada vez que alguien me pregunta, '¿Cree usted en Dios?' de inmediato me siento inquieta. No porque me sienta a la defensiva sobre mi sistema de creencias, ni siquera porque no me pueda imaginar por qué, en todo caso, deban hacerme esa pregunta. Me siento inquieta porque cuando alguien pregunta, '¿Cree usted en Dios?' ¡No sé realmente de qué me hablan!


Ellos saben. Ellos saben lo que para ellos significa la palabra 'Dios', de lo contrario no harían la pregunta de esa manera. Y no sólo saben lo que significa 'Dios' para ellos, además parecen dar por entendida una definición común de la palabra, una definición con la que piensan que yo habría de estar familiarizada. Pero no lo estoy. Y soy ministra. Es raro.


Así que, un día, mientras estaba en la fila de espera en el Departamento de Tránsito, una fila muy larga para realizar un trámite rutinario, pero que no se podía hacer por Internet mientras leía algún libro de un tema relacionado con Dios, el tipo que me antecedía en la fila me preguntó, “¿Cree usted en Dios?” Y como es usual, no tenía idea de a qué se refería.


Al usar la palabra 'Dios' ahí, en el Departamento de Tránsito —o en la iglesia, o en una discusión seria en la sala de tu casa— cuando alguien dice la palabra 'Dios' en mi mente aparece un menú. Y en ese menú hay una lista de dioses. En la escuela dominical me enseñaron y en nuestras congregaciones unitarias universalistas se sigue enseñando que dios tiene muchos rostros.


Así que se me vinieron a mi mente todos esos diferentes rostros en la fila de las licencias del Departamento de Tránsito. '¡Por Dios!', me pregunté, '¿acaso este hombre se refiere a Dios como como amor, o a Dios como castigador, a Dios como naturaleza, o a Dios como benefactor? ¿Es su Dios el de la escuela dominical presbiteriana, o un Dios católico romano, o un Dios cuáquero? ¿Se referirá a la Serpiente Arco Iris, a Alá, a la Diosa, a Yahvé, a Dios Padre, o al Terreno de la Existencia? ¿Será el Dios que bendice a bebés enfermos o el Dios que envía terribles tormentas tropicales?' No lo sé.


Pero estas no son preguntas de las que uno hace en la fila del Departamento de Tránsito (la línea no era tan larga como para ello). La verdad es que hay muchos dioses por ahí en los que no creo.


Y eso fue lo que dije en la fila de espera, “Creo en los grandes misterios. Creo en la profundidad del sentimiento —en sentimientos tan profundos dentro del espíritu que la vinculación, o la dicha, o la paz, permanecen por siempre con nosotros. Y creo en la bondad, en una bondad creada por nuestro amor y nuestro cuidado”.


Él dijo, “Está bien”. Y eso fue todo, así que regresé a mi libro.


No es que esperara que mi compañero en la fila quisiese iniciar una animada discusión sobre los libros de Richard Dawkins, Sam Harris, o Daniel Dennett, que desafían los conceptos convencionales de 'Dios'. Ni que me fuera a recomendar alguna de las muchas antologías disponibles de lecturas espirituales, o los compendios de dioses y diosas de cualquier parte de la tierra. ¡Ni siquiera quiso decirme lo que pensaba y ciertamente no mostró interés en escuchar posteriores comentarios de mi parte!


Pero aún así, preguntarse sobre Dios es un buen ejercicio, incluso en este formato tan corto y escueto idealmente deberíamos ser capaces de soltar una respuesta rápida. Ya que yo, por ejemplo, no tuve una respuesta lista en ese momento —me resulta difícil sintetizar mi propia visión del mundo de una manera convincente y sucinta en la fila del Departamento de Tránsito.


Extrañamente, una vez empezada la labor de articular nuestras visiones sobre los dioses, nos damos cuenta de que no resulta en absoluto un ejercicio fútil. Uno puede pensar en miles de dioses, dioses desarrollados por civilizaciones enteras y que con toda presteza integramos en nuestras listas personales —por mi parte, no voy a relacionarme, por ejemplo, con un dios caribú. Más cerca del hogar, al menos para mí, es igual de fácil que se me tope con un dios vengativo que castigue con terremotos, el sida y con disparos, o con un dios que sólamente ame a los bautistas, o un dios que me escucharía si orara por que haya buen clima para una boda. Una vez que hemos depurado hasta este punto el concepto, estamos dentro del rango de lo que la mayoría de los unitarios podrían creer.


También podemos dividir las visiones comunes entre los unitarios de diversas maneras. En mi opinión, que usemos, o no, la palabra 'Dios' no importa mucho. Es una palabra que prácticamente nunca uso, debido a toda la confusión que solemos encontrar a su alrededor. Lo que diré a continuación se aplica tanto a los ateos [o los noteístas, para el caso], como a los teístas y los agnósticos.


Cada uno de nosotros cree sobre la naturaleza de la vida y del cosmos —algunos llaman 'Dios' a lo que sea que esto sea, algunos lo describen de otras maneras. Eso es más semántica que religión. Pero hay algunas categorías teológicas que podrían sernos de ayuda. Recordaré aquí para ustedes 3 de estas categorías —obviamente podría sugerir aquí cientos, o miles, dado que no suele haber 2 integrantes de nuestro movimiento unitario que compartan exactamente la misma perspectiva.


Pero tomemos la palabra 'teísmo', para empezar. Consideremos esta expresión en su sentido técnico o académico. Algunos de ustedes son teístas, estrictamente hablando si uno es teísta creerá 4 cosas sobre Dios: En primer lugar, tu dios sería personal. Por ejemplo, puedes imaginar a tu dios, puedes comunicarte con tu dios. Segunda: este Dios ameritaría recibir homenaje y adoración, puesto que Dios sería bueno y todopoderoso. Tercera: Dios estaría separado de nuestro mundo —sobre nosotros, o más allá de nosotros de alguna manera. Y cuarta: Dios estaría activo en nuestro mundo, aquí y ahora. Si te llamas a ti mismo 'teísta', esto es lo que los estudiosos de la religión esperarían que creyeras.


Una segunda categoría tradicional en la religión es el 'panteísmo'. Esta etiqueta nunca ha contado con mucho predicamento en nuestra cultura, aunque creo que su espíritu sí ha permeado ampliamente. Si crees que todo lo que existe es una parte del todo, una unidad y si crees que esta unidad lo incluye a todo y es en algún sentido divina, entonces eres panteísta. Por ejemplo, Matthew Fox —el exsacerdote dominico que fundó hace algunos años el movimiento por la '
Espiritualidad de la Creación'— parece sustentar una opinión semejante. Él dice:


“Puedo tomar una brizna de hierba y experimentar sus 20 mil millones de años y su color, textura y forma. Podemos sentir un asombro reverencial al experimentar el planeta, o a un perro, o a un amigo. Cualquier cosa que tenga 'ser' es santa [sagrada, limpia, libre de culpa, dedicada a Dios o consagrada, venerable por motivos religiosos] ... Escuché a Beethoven por primera vez cuando estaba en la secundaria e hizo que mi alma brincara. Y ahí estaba...Shakespeare... Pienso que la experiencia básica de Dios para mucha gente es como la de Einstein —el asombro ante el universo, la experiencia del cosmos como nuestro hogar y que Dios habite allí. ... Debemos aprender a extasiarnos de nuevo ante la presencia de Dios en todas las cosas.”

Si tiendes a pensar de esa manera —sobre la conexión, unidad y asombro que te rodea— podrías ser panteísta.

O podrías encontrar acomodo en una tercera categoría, podrías ser 'deísta'. Los deístas creen que debe haber algo que podríamos llamar 'Dios', que habria dado inicio al universo. Un deísta dirá que el cosmos es demasiado complejo para haber sucedido por mero azar. Pero ese Dios no andaría por acá, ni supervisaría el acontecer diario de nuestras vidas. Los deístas creen en un 'Dios ausente'.

Benjamin Franklin, Thomas Jefferson, George Washington, y Thomas Paine [los más destacados Padres Fundadores de los EUA] fueron deístas. Tom Paine escribió:

“Creo en un Dios, ... y creo que los deberes religiosos consisten en actuar con justicia, amar la misericordia y esforzarse por la felicidad de todas las criaturas… Pero, para evitar que se suponga que creo muchas otras cosas además de esto, he de ... declarar las cosas en las que no creo:...no creo en el credo profesado [por los judíos], por la Iglesia Católica Romana, por la Iglesia Griega, por la Iglesia Turca, por la Iglesia Protestante, ni por ninguna iglesia que conozca. Mi propia mente es mi propia iglesia.... ¿Queremos contemplar el poder [de Dios]? Debemos verlo en la inmensidad de la creación.”

Man sitting by a river

Dentro del movimiento unitario, puedes ser, desde luego, teísta, panteísta, deísta, o puedes asumir cualquier posición religiosa que complazca a tu corazón y satisfaga a tu mente, lo que incluye al ateísmo. En su libro: Una historia de Dios, 4000 años de búsqueda en el judaísmo, el cristianismo y el Islam la autora, Karen Armstrong, nos dice que la declaración 'Creo en Dios' carece absolutamente de cualquier sentido objetivo, que cada generación ha de crear la imagen de Dios que funcione para ellos. Algo de lo que nos unifica en nuestro movimiento unitario es que somos nuestros propios teólogos y la elección es nuestra, no de una vez y para siempre, sino a lo largo de nuestras vidas.


Desde luego, podría no gustarte ser analítico respecto a la experiencia de Dios y puede que las categorías no te atraigan. Para ti la simple experiencia podría decirlo todo. Al poner atención te percatas de que tienen lugar momentos milagrosos en la vida de cada uno de nosotros. Algunos de ustedes llamarán a eso 'Dios'.

Tal vez el concepto de Dios no te interese gran cosa, pero sabes lo que crees y lo que no crees. O tal vez tus creencias maduran y cambian a lo largo del tiempo y esto ayude a asignarles etiquetas ideológicas a lo largo del recorrido. Tal vez simplemente tienes un sentimiento de Dios y no tienes la necesidad de ir por ahí discutiéndolo. Pero quienquiera que seas, sea lo que sea que creas, sábete que cada uno de nosotros comparte la misma tarea: nombrar la fuente de nuestras bendiciones, el fundamento de todo lo que es bueno, el terreno de nuestro ser. Así que cuando los milagros estén al alcance de la mano —y puedes experimentar los milagros, creas en Dios, o no— sabrás que tienes un fundamento religioso listo para ser relatado.







Jane Rzepka: Dios (y variaciones sobre el tema)


viernes, 16 de enero de 2009

Estamos del lado del amor




Un juez de la Corte de Circuito de Baltimore falló recientemente que la prohibición de que se casen las parejas del mismo sexo es inconstitucional y les niega las garantías de igualdad que les otorgan las constituciones federal y estatal. Las supremas cortes ahora analizan la cuestión y la lucha continúa.

Sí, realmente es una lucha. Escojo mis batallas cuidadosamente debido a que todos contamos sólo con una medida limitada de tiempo y energía. Debemos tener cuidado a propósito de cuánto podemos enfrentar, debido a que una lucha es exigente y engorrosa —además de agobiante.

Recibí hace varias semanas una llamada telefónica de la Reverenda Phyllis Hubbell, una abogada jubilada que es coministra, junto con su esposo, John Manwell, en la Iglesia Unitaria de Baltimore. Me dejó un mensaje. No le respondí. Me envió un correo electrónico. No lo contesté. Volvió a enviarme un mensaje electrónico. Comencé a darme cuenta de que se trataba de algo serio. La llamé, le dejé un mensaje. Me devolvió la llamada, me dejó un mensaje; finalmente la encontré al otro lado de la línea. Me explicó la situación y me di cuenta de que no se trataba de algo trivial: requería de mi atención. Sin que ella dijese en absoluto las palabras, me di cuenta de que quería que participase en la lucha y que para esa lucha se requería de una persona de color, varón, heterosexual y que también fuese ministro religioso, para apoyar la causa del matrimonio del mismo sexo. Como ustedes saben, no hay muchos predicadores negros que apoyen esta causa. Supongo que cumplía los requisitos. Pero con todo y eso, todavía estaba renuente a entregar mi corazón a este aparente nuevo llamado.

Busco alguna orientación para dirigir mi camino. Me es difícil explicarlo estos días, pero es una suerte de instinto intuitivo en el que he confiado por mucho tiempo. Mi suegro, ministro metodista él mismo, siempre ha sido de los que 'esperan el llamado divino'. De hecho, me cuenta que nunca buscó un trabajo en su vida ministerial; los trabajos lo buscaron (ciertamente contribuye haber estado dentro del sistema metodista de nombramientos asegurados). Pero en cualquier caso, dependió de Dios para que lo dirigiese. Él me diría algo como, "Si Dios te llama, lo sabrás y deberás acudir". Bueno, puedo decirles que espero el llamado de la humanidad y cuando recibo un mensaje acudo al llamado, confío en que mi corazón me guiará.

Hace años el llamado provino del Dr. King. Y si conocen la historia, él mismo nunca quiso ser el líder del Movimiento por los Derechos Civiles. El movimiento llegó a él. Como nuevo ministro, recién al llegar a la Iglesia Bautista de la Avenida Dexter, toda su pretensión se reducía a ser un buen ministro, un buen esposo y un buen padre. Pero por mera casualidad, o algunos dirían que por intervención divina, su iglesia fue escogida para una reunión entre varios pastores locales con el propósito de discutir la segregación racial en los camiones de Montgomery, Alabama. En la reunión, King fue unánimemente designado como el vocero de un eventual boicot a los autobuses. Al principio dijo, "No. Apenas acabo de llegar al pueblo". Pero el grupo de ministros persistió. Él aceptó todavía renuente. El resto es historia.

El ejemplo de mis mentores me enseña que debo ser paciente, esperar y dejar que la lucha llegue a mí. No hay necesidad de forzar ninguna situación. Pero al llegar el llamado, debo aceptarlo humildemente y acudir. Para ser honesto, no esperaba que la pelea por los derechos de las parejas del mismo sexo fuera uno de mis llamados, pero nunca se sabe lo que uno será llamado a hacer al aceptar el desafío del ministerio.

Mi primera experiencia al defender el matrimonio del mismo sexo llegó una semana después en una conferencia de prensa que no sabría que tendría lugar. Y mi segunda experiencia con la cuestión fue en una sesión de cabildeo en Annapolis, que trataba sobre la Enmienda 48 de la legislatura local. Fue ahí, durante mi segunda experiencia con esta causa, que el llamado fue de mi cabeza a mi corazón.

Al sentarme escuché a quienes apoyaban la iniciativa, me sentí atribulado al descubrir de nuevo que hay tanta gente que esconde sus miedos e inseguridades dentro de la religión. Y lo que es más, cuando los del lado opuesto a la iniciativa (mi lado) comenzaron a ofrecer testimonio para responder a las preguntas de los delegados, me horrorizó escuchar las exclamaciones para interrumpir y molestar a los oradores, que provenían de detrás de mí. Nosotros nos habíamos mantenido callados mientras ellos hablaron, pero ellos fueron groseros cuando nosotros hablamos y dijeron cosas desagradables como, "Van a querer casarse con su perro, con tal de no hacerlo entre un hombre y una mujer", o "Querrán casarse con su hermana, su madre o su abuela, si el matrimonio fuera entre dos individuos". Los disparates continuaron y la gente gritaba: "Eso lo prohibe la Biblia". Durante mi turno para hablar mencioné que en mi iglesia unitaria hay teístas, agnósticos y ateos, a lo que dijeron, "¿Qué clase de iglesia es esa? ¡Esa no es una iglesia de verdad!" Ya estaba bastante irritado en ese momento y no podía creer que esto sucediera en un edificio gubernamental; ¡Por un momento me sentí como si estuviera ante la inquisición española rediviva, o algo así!

Así comencé a darme cuenta de que su lucha era mi lucha. Comencé a sentir la misma ira que sentí al experimentar el racismo en carne propia. En ese momento supe que esta lucha sería parte de mi ministerio. Mi amiga Phyllis me llamó por teléfono, pero la llamada real llegó justo ahí, al calor de ese momento.



El llamado, para mí, es un grito desde la cima de la montaña: "la injusticia en cualquier parte es una amenaza para la justicia en todas partes". Eso es lo que el Dr. King creyó y eso es lo que yo creo. Me doy cuenta de que viene con un precio. Hay cosas que han ruborizado a mi madre. Algunos miembros de la iglesia metodista en la que me crié le preguntan, "¿Pero qué hace John?" Dice que una persona le preguntó si era yo gay. Fui a dar una clase al Potomac College luego de que se transmitió una nota de 5 segundos en las noticias locales en la que se decía que yo apoyo el matrimonio del mismo sexo y un estudiante me preguntó, "Profesor, ¿acaso se ha vuelto loco?" Él sabe de mi gran admiración por el Dr. King y dijo, "El Dr. King no habría apoyado el matrimonio del mismo sexo". Debatimos por un rato y respetuosamente acordamos mantener nuestro desacuerdo.

Otro estudiante dijo, "Siempre quieren distraer la atención de los problemas de la gente negra y enfocarse en cualquier otro grupo". Tuve que pensar más al respecto. Creo que sé a lo que se refería. Como afroamericano, habló por los muchos que no creen que la lucha por los derechos civiles de la gente gay, lesbiana, bisexual y transgénera pueda presentarse como paralela, o equivalente, a la lucha por los derechos civiles de la comunidad negra. Permítanme decir esto: La opresión es la opresión —la discriminación es la discriminación—, la injusticia es la injusticia. De acuerdo al folleto de Equality Maryland, al considerar los 'derechos civiles' en los EUA, nos referimos a las "protecciones y privilegios de la libertad personal concedidos a todos los ciudadanos de los EUA por la Constitución y la Declaración de Derechos". Esto es, la garantía de la "vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad". El sistema de la esclavitud negó a la gente negra sus derechos a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad. Debido que el gobierno federal y muchos gobiernos estatales no reconocen el amor entre las parejas del mismo sexo hoy, les niegan alrededor de mil beneficios que se obtienen junto con el matrimonio, a estas parejas, también, se les niegan sus derechos a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad.

La mayoría de quienes son heterosexuales nunca piensan siquiera en las ventajas que obtienen de estar casados. Van algunos ejemplos: el acceso a las prestaciones de la seguridad social luego de la muerte de un cónyuge, el acceso a las prestaciones del seguro de gastos médicos y planes dentales del trabajo del cónyuge, el derecho a la custodia de los hijos luego del divorcio o la muerte, derechos de visita para los hijos no-biológicos, derecho a presentar una declaración conjunta de impuestos y a los descuentos fiscales para matrimonios, el derecho a residir en un vecindario que se considere "exclusivamente familiar", acceso al cuidado temporal y adopción de hijos, así como en algunos casos, recibir la pensión de viudedad luego de la muerte del cónyuge. Y la lista sigue y sigue...

Como ya lo dije, la injusticia es la injusticia, el sufrimiento es el sufrimiento, la opresión es la opresión y la discriminación es la discriminación. Sobre esta cuestión hay que asumir una posición. Elijo uno de los campos. Elijo el campo que creo que el Dr. King habría escogido. Elijo el campo que escogió su esposa, Coretta King, elijo el campo que escogió el histórico presidente de la Asociación Nacional Para el Avance de la Gente de Color, Julian Bond, elijo el campo que ha escogido Bill Sinkford (el primer presidente afroamericano de la Asociación Unitaria Universalista de Congregaciones, UUA) y elijo el campo que los unitarios universalistas han escogido: ¡Elijo ESTAR DEL LADO DEL AMOR!



Miren, en alguna parte leí que TODA la gente fue creada igual. En alguna parte leí que hay valía y dignidad en TODA la creación. En alguna parte leí que el amor de Dios es incondicional, o, como decimos en mi vecindario, que "Dios nomás no produce chatarra". Por ahí leí que "Tener amor es saber soportar; es ser bondadoso; es no tener envidia, ni ser presumido, ni orgulloso, ni grosero, ni egoísta; es no enojarse ni guardar rencor; es no alegrarse de las injusticias, sino de la verdad. Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo, esperarlo todo, soportarlo todo". Esta es la clase de amor que ama debido a nuestras diferencias, no sólo a pesar de nuestras diferencias. Esta es la clase de amor que une y celebra la vida, NO de la clase que divide, conquista y destruye la vida. Esta es la clase de amor que abarca en lugar de suprimir.

Debemos colocarnos del lado del amor y afirmar que creemos en la valía y la dignidad de toda la gente, sin importar su orientación sexual. Si creemos que todos somos familia en este planeta, entonces cuando sea que la humanidad nos convoque, nos erguiremos y diremos con todo el poder y la convicción de que somos capaces que ¡negarle a alguien sus derechos intrínsecos como ser humano es erróneo!

Si hacemos esto, creo que aceleraremos el advenimiento del día de la paz sobre la tierra. ¡Tenemos el poder!

Enlace al sermón en versión MP3 en inglés











Lengua de Fuego: Solemnización de Santa Unión en la LCUM


Enlace al himno: "Standing on the Side of Love" / "Estar del Lado del Amor" en MP3
en la versión de su autor, el Revdo Jason Shelton



Standing on the Side of Love / Estar del Lado del Amor: Es un himno escrito en 2004 en honor del Reverendo William Sinkford, presidente de la Asociación Unitaria Universalista de Congregaciones (UUA), debido a su testimonio profético como una de las voces más escuchadas de nuestro movimiento sobre la cuestión de la Igualdad Matrimonial. Desde entonces se ha convertido en un himno del movimiento y ha tenido un lugar central en muchas iniciativas congregacionales por todo el país. Está grabado en el CD del Revdo Jason Shelton: The Fire of Commitment, y también ha sido incluido en un nuevo disco del Coro de Hombres Gay de Buffalo.

La canción usa un cadencioso estilo pop por lo que, tanto a los cantores, como a la congregación podría no importarles gran cosa cantarlo fuerte. Un sonido más ligero y relajado aclarará los ritmos y facilitará su canto. Por lo general un solista canta los versos y se invita a la congregación a cantar el coro y a usar un coro para las partes de fondo (disponibles en una publicación aparte como octavo en Yelton Rhodes Music). El uso de una sección completa de ritmos (piano, bajo y batería) es más efectivo y se recomienda. Con información de la UUA.








viernes, 18 de julio de 2008

Asombrosa gracia

CLF/Quest Julio/Agosto de 2008


Por Edward Frost, ministro principal emérito, Congregación Unitaria Universalista de Atlanta, Georgia (Trad. Fco. J. Lagunes Gaitán)

Edward FrostVi al bailarín saltar y dar vueltas, cual si no pesara nada, sus movimientos no denotaban esfuerzo alguno. Lo hizo parecer tan fácil como si cualquiera pudiese hacerlo. ¡Yo podría hacerlo! La palabra que vino a mi mente al mirarlo de, desde luego, 'grácil', el arte de estar cómodos, y cada parte del todo perfectamente bien avenida y equilibrada. La comodidad aparente es engañosa. Tal vez uno ha alcanzado la gracia cuando subyacente no se nota. Al reflexionar, la complejidad, la disciplina por la que se logra la comodidad, se hace evidente. Cada músculo ha sido entrenado, cada movimiento practicado al punto del agotamiento. El artista ha dedicado la vida misma a llegara aun arreglo con la falta de comodidad, con el estado común de in-comodidad, con el desequilibrio. El artista se hace cargo del tiempo, de la acción, de sí mismo, confía en que tanto la acción como él mismo sean como uno. Y eso es la gracia.

La gracia, según la vemos, aparece tan simple, tan natural, tan "como debería ser". Al parecer la gracia debería ser nuestro estado común. Aunque sabemos que la gracia es poco común, un triunfo sobre la torpeza y el desconcierto, una victoria sobre la in-comodidad. La existencia humana,en su estado civilizado, es normalmente agraciada, armoniosa, o equilibrada, pero ante todo se contrapone consigo misma y con el universo. Lo humano está dividido contra sí mismo. La mente contra el cuerpo. La pasión contra la moderación. El pensamiento atrapa al sentimiento para negarlo. El espíritu contra lo material. Las exigencias civiles contra las virtudes privadas. La esperanza futura contra la experiencia pasada. Vivimos desconcertada y torpemente, en tensión, jaloneados por las oposiciones, en lucha por liberarnos, a veces nos rendimos a una tendencia, o a otra, con tal de apaciguar la tensión. Fue el humorista James Thurber quien dijo que justo al encontrar a nuestros corazones en un abrazo cercano descubrimos a nuestro pie atorado en el taburete del piano.

Cuando la palabra 'gracia' vino a mi mente al mirar al bailarín de ballet, mis pensamientos me llevaron a los canales de mi memoria para recordar mis días como estudiante de teología: de profesores grisáceos, con apariencia de personas sin-techo que mascullaban entre sus notas amarillas sobre el 'misterio de la gracia'. Pensé en el joven que era, un imberbe metodista estudiante para el ministerio que predicaba contra la "gracia barata" en la región maderera del norte de Maine, un predicador bien intencionado del evangelio renunciaba a la doctrina de la gracia, abandonaba al Padre, Hijo y Espíritu Santo, al alzacuellos de clérigo, al obispo, la santa comunión, y huía hacia la entonces imaginada simplicidad del unitarismo y a la libertad de la dulce razón sin mácula de misterio.

La gracia había sido una de mis herramientas profesionales hasta que la dejé de lado en favor de la maquinaria modernista, de una religión más aerodinámica y simplificada sin lugar para componentes dificultosos tales como la 'gracia' y la 'salvación', que requerían de demasiado tiempo para pensar sobre ellos, demasiado pensamiento, tal vez se trataba de que requerían de demasiada confianza y fe para su manejo.

Así que incurrí en la prédica de 'cómo ser feliz', en línea con el más reciente libro popular de sicología, y, aquí y allá, hice algunos llamados inocuos para preservar alguna u otra parte del mundo, lo que nos hacía sentir buenos y nada cambiaba. Pero esto no podía durar. La religión, como lo dijo Channing, lo es todo o no es nada. La verdadera religión tiene que ver con las cosas últimas. necesitamos decidir qué cosas son de interés pasajero, qué cosas son del momento, y cuáles son, en nuestra existencia personal y comunitaria, últimas e ineludibles. La gracia, entonces, volvió al vocabulario de mi existencia a través de la gracilidad del bailarín, pero llegó acompañada de lenguaje teológico —un equipaje necesario para clarificarla.

La gracia, en la tradición cristiana, ha parecido ser algo tan escaso que su evidencia ocasional en un ser humano ha ameritado una explicación sobrenaturalista. Lo que quienes elaboraron la doctrina cristiana vieron en la humanidad en general no fue la comodidad y la armonía de la gracia, sino justo lo contrario. Lo que vieron en la humanidad fue el caos, lo que llamaron el "pecado". Se asumió que la humanidad una vez habría tenido la posibilidad de una existencia en la gracia, de una vida sin caos, sin pecado, pero que habría perdido esa posibilidad merced a la caída de Adán. Con "la caída de Adán", bordaron la pieza de "todos hemos pecado". La humanidad, a través de la desobediencia de aquellos primeros padres fabulados, habría de vivir despojada de la gracia, torpemente, en conflicto y alienación de sí misma, con Dios y la naturaleza. Lo que sería decir que, debido al hecho de haber devorado apresurada y furtivamente un fruto prohibido, por siempre hemos vivido en la carencia de gracia.

Jesucristo, según la doctrina cristiana, era 'la nueva dispensación' [suele llamarse 'dispensación' al método, sistema o programa según el cual Dios llevaría a cabo sus propósitos hacia el hombre], o 'el nuevo Adán'. A través de él, la gracia —la salvación— habría llegado a los seres humanos como un regalo inmerecido de parte de Dios. Los seres humanos, según esta doctrina, no pueden hacer nada para ganarse o merecer el regalo de la gracia de Dios. Fue un regalo de amor. "Pues Dios amó tanto al mundo" dijeron, "que dio a su Hijo único".

La gracia, en términos cristianos tradicionales, es el don inmerecido de Dios que no ha sido ganado por el que la gente se eleva desde una vida de pecado, y se le anuncia una vida de fe en la que vive y actúa consistentemente con la fe. Se conocen por su fe y obras quienes viven en la gracia.

¿Pero qué ha de significar la gracia para quienes dudan de este Dios que nos alcanzaría desde tan lejos y fuera del mundo, e impondría su don de salvación del pecado sobre una humanidad que no lo merecería? ¿Habría gracia para los humanistas, los agnósticos, y los ateos —o para los teológicamente híbridos unitarios universalistas? En los términos tradicionales, la gracia es el antídoto al estado de pecado. "Amazing grace…that saved a wretch like me" (Asombrosa gracia... que salvó a un vil miserable como yo). ¿Necesitamos esta salvación del pecado?

No me refiero con 'pecados' a hacer cosas malas tales como, mentir, engañar o robar. Por 'pecado' me refiero a un estado del ser, a un estado en el que somos menos de lo que podríamos ser, en el que nos quedamos cortos respecto a nuestras posibilidades, un estado en el que vivimos en discordia, en el que nos encontramos, para ponerlo de manera simple, des-gracia-dos.Vivir en pecado es vivir una clase de existencia torpe, inconveniente, no agraciada debido a que sería demasiado barata, demasiado avariciosa, o a que seríamos demasiado cobardes para saber qué es el bien y para hacerlo.

Este estado de 'pecado', este estado del ser en el espacio intermedio entre lo que somos y lo que podríamos ser, nos conduce a buscar comodidad y alivio en lugares extraños, ser 'libre' al costo de la libertad verdadera, tener respuestas, no importa cuán facilonas, que resolverán los conflictos de nuestro ser. Emerson nos precavió de dejar de lado nuestra razón (la que, según dijo, es nuestra unidad con Dios) y de negar nuestro intelecto, el medio de conocer esta unidad. Dejamos de lado la razón y el intelecto por la gracia barata, los falsos dioses y los profetas orates. El estado de in-comodidad, de discordia, impulsa a muchos cultos, a los gurús y los juegos mentales del momento, a las pseudofilosofía y pseudosicologías, a toda clase de dogmas unilaterales y al fanatismo.

El teólogo unitario, James Luther Adams, dijo que la existencia humana "queda siempre comprendida entre el hecho y el acto responsable". Esto es, que somos responsables por lo que hacemos con lo que tenemos.

Tenemos lo que está dado en el momento de nuestro nacimiento en cuanto al lugar, la sociedad, y la cultura. Tenemos lo que está dado por nuestras limitaciones y posibilidades genéticas. Y tenemos la doctrina cristiana sobre la 'voluntad de Dios' y lo que simplemente llamo el 'Misterio'. Lo que es decir que al sumar todo lo que tiene que ver con hacernos quienes somos, encontramos que somos más que la suma de las partes.

El bailarín es más que un técnico experimentado. La danza es claramente más que aprender a mover el propio cuerpo, así como la música es más que saber en dónde están las notas y la poesía más que hacer rimas. Lo que vemos en el arte y en la belleza requiere de una palabra especial. Esa palabra es la gracia. La palabra 'gracia', aliviada de su viejo equipaje tradicional, es aun necesaria para describir ese estado del ser que es más que unas meras técnicas habilidosas para vivir.

Baryshnikov se mueve, actúa y baila con confianza en su habilidad, debido a que la ha practicado, y la ha practicado en la confianza y en la aceptación de que, cualesquiera que pudiesen ser las otras realidades vitales, lo que hace es bello, bueno y verdadero. Confiar en el contexto —el lugar en el que debemos vivir nuestras vidas—, confiar pese al caos y la tragedia, en vez de vivir aterrorizados por lo que no hemos hecho y no podemos controlar —esto es vivir graciosamente.

Aceptar lo que está dado en nuestra experiencia personal y actuar responsablemente, resueltos y con un propósito, con confianza, esto es lograr y experimentar un estado de gracia, un ser grácil. Aunque no he conocido a nadie que haya vivido de una manera plenamente grácil que no haya luchado para vivir de esa forma, luchado para aprender del dolor que no tiene sentido, y asumido el costo de liberarse y permitirse ser.

Pero, se los aseguro, hay gracia. La he sentido rodearme en ocasiones, restaurarme, y bendecirme con una a visión transitoria de armonía y equilibrio. No creo que la gracia sea un don impuesto a nosotros desde arriba. Creo que la gracia es una invitación permanente, el universo extendido como una mano contra la que chocamos, hasta que finalmente somos capaces de descansar sobre ella.

[Vínculo a artículo de Wikipedia sobre el himno aludido en el título: Amazing Grace de John Newton, publicado en 1779]

Versión MP3 en inglés



lunes, 7 de julio de 2008

La restauración

Quest/CLF, julio/agosto de 2008


Por Marjorie (Midge) Skwire, Ministra Emérita, Iglesia Unitaria Universalista de la Orilla Oeste, Cleveland, Ohio (Trad. Fco. J. Lagunes G.)

Marjorie Skwire

Conozco a un granjero que dice que ha tenido la misma hacha toda su vida —sólo le cambió el mango tres veces y la cabeza otras dos. ¿Posee todavía la misma hacha?

Cuando leí por primera vez estas palabras en el libro de Howard Mansfield, La misma hacha, dos veces me fascinó el problema filosófico que se proponía. Pero mis cavilaciones filosóficas cedieron su lugar a la realidad cuando me encontré en el hospital, tan sólo unas pocas semanas después. Pese a que logré evitar que me reemplazaran la 'cabeza' y el 'mango', me encontré con que ahora tengo un implante electrónico para regular el latido de mi alocado corazón.

Me preguntaba de qué manera me afectaría. ¿Sería aún la misma persona? Me hice esa pregunta por varias semanas. Pero llegó un momento en el que pude decir, "Hoy me siento como yo misma". Fue entonces que supe lo que significa la restauración, al menos en el ámbito de mi vida. No tenía que ser la misma que antes fui, sino que tenía que ser yo misma —sentir aquellos aspectos de mi propio YO que considero que considero que me hacen una persona única. Cositas como disfrutar un relato de misterio, o terminar un crucigrama, y cosas mayores como comenzar a pensar en los demás, en vez de sentirme increíblemente absorta en mí misma.

La restauración significa regresar hacia el lugar en el que antes estuve, pero con nuevas experiencias, nuevo equipamiento y un nuevo entendimiento de lo que me hace ser quien soy. No sé si soy la misma, pero me siento como yo misma, y justo ahora eso es suficientemente bueno para mí.

Como unitarios universalistas, obtenemos una restauración genealógica de nuestros antecesores universalistas. La obra de Elhanan Winchester, Dialogues on the Universal Restoration (Diálogos sobre la restauración universal), que data de 1788, se basa en pasajes del Libro de los Hechos, que promete un momento de "restitución de todas las cosas". Para los primeros universalistas esta creencia en la salvación universal fue la piedra angular de su fe y los convenció de que, toda la gente sería eventualmente restaurada por Dios. Vivían a la sombra del calvinismo, con su insistencia en la depravación de los seres humanos y la tranquilidad de la salvación reservada sólo para unos pocos.

La restauración sería el plan de Dios para regresar al mundo a su verdadera creación, para servir a la promesa de que sin importar cuán pecaminosas, difíciles o quebrantadas hubiesen sido sus propias vidas, participarían en "la bienaventuranza y felicidad finales de toda la raza humana".

La restauración es retorno. Es promesa y esperanza. Pero también es pérdida y cambio. Es algo nuevo, elaborado de lo viejo, que se le asemeja, pero que cuenta con una historia propia. Puede ser un hacha con mango y cabeza nuevos.

¿Cuándo es que algo restaurado deja de ser el mismo objeto? Si el granjero sólo reemplaza el mango, ¿sigue siendo la misma hacha? ¿Y si sólo reemplaza la cabeza? Si el hacha fuera una herencia ancestral que se remontara a George Washington —el instrumento mismo utilizado para cortar aquel-tan-famoso cerezo—, y hubiese tenido un buen uso por parte de cada generación sucesiva, y se hubieran reemplazado periódicamente el mango y la cabeza, ¿haría esto alguna diferencia? Pensemos en el más antiguo navío de la armada de los EUA, el USS Constitution. Aunque se piensa que peleó su última batalla en 1815, la nave reside en el Puerto de Boston y es mantenida en su forma original. Ha sido reconstruida y reparada 9 veces en su historia, y se ha reemplazado entre un 80 o 90% de su estructura. ¿Acaso no es la misma nave? O pensemos en el santuario de Ise, en Japón. Reconstruido 61 veces en más de 1300 años, no tiene ni una fibra de la madera y la paja originales, aunque habita en los corazones de la gente como un viejo monumento de1300 años. No es una réplica; es la cosa real.

Howard Mansfield responde a la pregunta sobre el hacha de la siguiente manera:

¿Posee todavía la misma hacha? Sí... Posee la misma hacha, incluso más que algún granjero vecino que nunca hubiese reparado la suya. Rehacer una cosa correctamente es descubrir su esencia.

Una herramienta tiene una doble vida. Existe en el sentido físico, toda metal y madera, y habita en el corazón y en la mente. Sin estas dos vidas, la herramienta muere. El granjero que restauró su hacha tiene un sentido más verdadero de ella. Tiene en sus manos la historia de construir un hacha. Los museos están llenos de casos de herramientas que ya nadie sabe usar. Un hacha reparada es una tradición viviente.

Nada me entristece más que mirar las exposiciones itinerantes de antigüedades y ver que a los juguetes en perfectas condiciones, con los que nunca jugaron e incluso están en sus cajas originales, se les asigne un valor mucho más alto que a los bienamados osos Teddy que muestran la evidencia del uso y del afecto. Esas antigüedades perfectas de alto precio, en mi opinión, no son realmente juguetes para nada, pues nadie ha descubierto nunca su esencia. Ni siquiera puedo recordar el número de veces que cosí de nuevo los brazos y piernas de mis juguetes favoritos cuando era niña, o que los volví a rellenar. En algún momento de los pasados 30 años las Baby Beans (llamadas así porque estaban rellenas de cuentas de poliestireno) se convirtieron en las Baby Polyfil (rellenas de polietileno), pero puedo asegurarles que esa era (y es todavía) mi misma muñeca bienamada. La restauración es preservar la esencia de una cosa —su carácter único y su sentido especial.

Cuando comencé a pensar en la restauración consulte a un experto, Bruce Christman, jefe del Departamento de Conservación del Museo de Arte de Cleveland. Cuando caminamos por los talleres, la primera cosa que vimos fue un retrato recientemente adquirido realizado por Franz Hals. Mientras Bruce me explicaba lo que se hacía a la pintura, me alarmé. En algún momento en la historia del relato se le pintó un escudo de armas en la esquina superior derecha. No había sido parte del trabajo original de Hals, pero sí había sido parte de la pintura por mucho tiempo. Lo que me alarmó es que estaban en el proceso de pintar encima del escudo de armas. Bruce explicó que querían restaurar la obra para que apareciera ante los ojos de quienes la vean tal como había sido concebida originalmente, pero que no deseaban perder del todo la historia del retrato. Se tomó la decisión de pintar encima del escudo de armas con materiales que pudieran removerse fácilmente en el futuro. Porque si en algún momento futuro el retrato quedara en posesión de algún museo en el que la historia fuese más valorada que la estética, se podría remover la pintura superficial y así dejar expuesta su historia. La conservación busca preservar y estabilizar una obra de arte. No siempre es posible regresar hasta la manera en que el artista la creó. Lo importante es preservar y respetar la esencia de la obra.

No sólo los granjeros y los conservadores se dedican a la restauración. Todos lo hacemos. Cuando nuestras vidas parecen caerse a pedazos necesitamos encontrar los recursos apropiados, las herramientas y los materiales para comenzar la restauración. Durante un programa vacacional escolar, hace algunos años, preparamos una excavación arqueológica detrás de la iglesia. Uno de los retos para los niños era tratar de armar de nuevo un jarro a partir de los pedazos que encontraran. Es un maravilloso símbolo de la restauración de los quebrantos en nuestras vidas. Algunas piezas se perderán para siempre; será difícil determinar dónde colocar otras piezas; algunas pueden resistirse persistentemente a quedarse pegadas en el lugar que les asignamos; el producto final se asemejará al original, pero no será el original. La nueva creación tendrá una historia adicional y su propio significado, pero retendrá la esencia del jarro original y, esperemos, podrá funcionar de maneras similares. Un jarro restaurado puede no ser capaz de contener agua, pero podría contener un arreglo de flores secas. Es identificable como un jarro y tiene roles, históricos y funcionales que desempeñar.

Cuando las cosas van mal en nuestras vidas —la desgracia, una crisis de salud, una relación difícil o un revés financiero— a veces nos sentimos dispersos, como fragmentos de cerámica en un sitio arqueológico, un poco por aquí y un poco por allá. En nuestro estado ansioso, y en esta época de reparaciones rápidas, buscamos a nuestro alrededor a alguien capaz de armar las piezas por nosotros. Pero, como lo aprendió Humpty Dumpty, no es tan fácil. La misma esencia de la cáscara de huevo es su fragilidad.

Es importante para nosotros recordar nuestra esencia. Puede que hayan ocurrido cambios en nuestras vidas —cambios de los que no hay regreso. El mango y la cabeza del hacha han sido reemplazados, pero detrás de esos cambios hay una persona esencial que ha existido continuamente desde su nacimiento y que permanecerá en el futuro. Necesitamos redescubrir a esa persona esencial.

Cada suceso en nuestras vidas tiene sus orígenes en el pasado y nos conducirá hacia el futuro. La vida sigue su curso, y cada nuevo mañana abarca en su abrazo su hoy y su ayer. No estamos atrapados en el hoy, sino que somos parte de una continuidad de vida que nos da la oportunidad de renovarnos continuamente a nosotros mismos.

Alabamos la promesa de restauración.

Howard Mansfield concluye su libro con estas palabras:

La nuestra es una época de enlaces rotos, de vínculos perdidos entre el corazón y el trabajo, el alma y la política, la comunidad y el YO. La restauración es renovación —un esfuerzo por reparar el mundo— o de otra forma no vale la pena. La buena restauración es una oración, una ofrenda. Una alabanza, atención prestada; se revela en la gloria y en el espíritu de esta vida.

Pon atención a lo que sucede centro y alrededor de ti. Redescubre tu esencia. Construye vínculos con otros. Encuentra una cosa pequeñita que puedas hacer para arreglar el mundo, y entonces hazla. Ofrece una oración de agradecimiento por lo que ha sido, lo que es y lo que será. Estas son herramientas de restauración que todos tenemos a la mano. Con ellas podemos renovarnos y a nuestro mundo.