miércoles, 23 de enero de 2008

Vivir de Corazón

Quest/CLF, Febrero de 2008
Trad (Fco. J. Lagunes Gaitán)

Por Janne y Rob Eller-Isaacs, coministros de la Iglesia de la UnidadUnitaria, St. Paul, Minnesota.

Janne:
Luviosas o brillantes, obscuras o luminosas, todas las mañanas comienzan igual. Me levanto de la cama, me pongo mis ropas de ejercicio, bajo las escaleras, me hago un vaso de agua de limón, leo completa la sección del clima, y, según la estación, me abrigo con la ropa necesaria y salgo hacia la mañana. Diariamente doy la bienvenida a la mañana con un paseo con nuestra perra Maggie. Ella olisquea y preseinte a su manera los cambios notables desde la noche anterior y yo miro y escucho. Miro la obscuridad convertirse en luz, veo pájaros que se cortejan en los árboles, veo conejos que escapan de la amenaza potencial de un perro. Saludo a otros transeúntes que caminan y trotan. Aviento un disco de Frisbee o un palo. Al caminar me doy cuenta, frecuentemente repito líneas de poesía que trato de memorizar —para aprenderlas de corazón.

Cada mañana dedico tiempo a revincularme con lo sagrado. Nuestro colega Bill Houff llama a eso su “punto de quietud,...eso pequeño y profundamente clarificador dentro de mí mismo, que cuida de sí mismo y en el que, si pongo atención, puedo encontrar paz, gozo y un sentido de vinculación a algo que es mayor que yo yo mismo.”

Salgo a caminar y a renovar mis vínculos con el terreno del ser —aquel lugar dentro de nosotros en el que puede recordársenos de lo que Houff llama “el misterio nutriente, en el que vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser.” Ellie Weisel lo llama, “el lugar en el que el recuerdo primordial reside, donde crece la esperanza, donde la vida nos toca.”

Como sea que lo llamemos, podemos estar de acuerdo en que los seres humanos viven rodeados por el misterio: poseemos justo la conciencia suficiente para saber que la vida es un don grandioso y aterrador. Es nuestra naturaleza ser conscientes, sentir cada día los fallos y las tonterías, las maravillas y gozos de estar vivo y de estar mutuamente vinculados.

El impulso religioso es el intento humano de dar expresión a esta conciencia desafiante. Cada mañana me siento más humilde ante todo lo que es, todo lo que puede ser y todo lo que ha sido. Luego de mi caminata matinal, entro a la casa y escribo. Cuando termino de escribir, tomo un rosario budista de cuentas y dejo que mi conciencia transite sobre la realidad colectiva que es nuestra comunidad de la iglesia. Pienso sobre lo que sé de las vidas de nuestros congregantes: sus luchas, sus desafíos, sus gozos y triunfos. Luego escojo a 6 personas para traerlas a mis oraciones, cada mañana. Me concentro en cada persona, pienso en todo lo que enfrentan en sus vidas. Puedo sentir su espíritu cerca de mí y entonces la dejo ir. Esta práctica ha transformado mi vida. Desde que practico la oración por las personas que me importan, me doy cuenta de que perdono más fácilmente, me obsesiono menos frecuentemente con ciertos asuntos, y amo más profundamente.

Llegué a esta práctica diaria por un sentido de anhelo de una vinculación más profunda con el misterio de la vida, de una conexión más profunda con todos los aspectos de la vida, incluso la mía propia. Anhelaba alcanzar las profundidades de mi vida; para restregar su superficie hasta que brillase, o me diera imágenes que me conmovieran. Llegué a esta práctica por el anhelo. Llegué a esta práctica por un sentido de que mi vida no estaba respondiendo a la pregunta de qué es mi vida.

Rob:
En tanto que Janne encontró su camino hacia la práctica diaria por el anhelo, yo fui conducido a ésta por la desesperada necesidad de ocuparme de la ansiedad y la ira. Aunque había hecho un poco de yoga en mi adolescencia, no fue sino a los veintitantos que fui realmente capaz de comprometerme con el trabajo. Con mi novia de entonces llevábamos juntos más de 3 tumultuosos años cuando me dejó. Ella tenía razón. Necesitábamos terminar. ¿Pero acaso era necesario que ella se involucrara con mi mejor amigo? Me sentí completamente traicionado. Día tras día me la pasaba caminando y echando pestes, tan iracundo que apenas podía tomar aliento. Luego de algunas semanas de esto, un amigo cercano me jaló del cogote y la nuca y me arrastró a una clase de artes marciales.

Fue casi inmediato. Cada clase comenzaba con una serie de estiramientos con el objeto de asegurar que no nos lastimásemos durante la parte más activa de la clase. Esto demandaba tanto de mí como para que al faltar un día mis músculos adoloridos me lo recordaran. Sentí dolor hasta que me di el tiempo de reajustarme. No me tomo mucho hacerme completamente adicto. Cada vez que me estiraba, practicaba mi arte marcial y me daba el tiempo de respirar profundamente, era capaz de hacer a un lado la ansiedad y la ira, de liberarme de ese inmaduro sentido de traición y de vivir el momento. Cada vez que no lo hacía así, no podía. No querrías haber estado conmigo en esos días en que no hacía mi rutina.

Fue entonces que comencé a deleitarme con ello. Me daba cuenta de que estaba en mi mejor condición inmediatamente después de completar mi práctica. Así que comencé a programarla de acuerdo con mis prioridades diarias. Cada tarde debía revisar mi calendario, decidir en qué momento necesitaba estar en plena forma el día siguiente y planear mi práctica justo antes de ese momento. Por ejemplo, al principio de mi ministerio en los días de la reunión de la Mesa Directiva de la congregación, debía estar listo a las 5 en punto. Luego debía practicar mi rutina con una intensidad inusual, bañarme, vestirme y llegar como balazo a la reunión de la Mesa Directiva.

Podía ganar una fuerza considerable a través de la práctica regular. Sin embargo, la manera en que uno usa esa fuerza debe alinearse con el propósito del amor, o de lo contrario puede hacerse mucho daño. Chögyam Trungpa, el gran maestro budista tibetano que fundó la Universidad Naropa, en Colorado, escribió extensamente sobre los peligros del materialismo espiritual. Fue algunos años antes de que otro amigo notase que la forma en que usaba yo el poder que surgía de mi práctica para beneficio de mi trabajo despojaba a mi familia de lo mejor que tenía para dar. Fue entonces que me di cuenta de cuánto importa la manera en que saludamos el día.

Cada uno de nosotros comenzamos el día lo mejor que podemos. Tengo muchos amigos que parecen incapaces de entender por qué alguien querría levantarse temprano. Si lo mejor que puedes hacer es arrebatar a la rutina diaria cinco minutos en el auto para la autorreflexión o contar tus bendiciones justo antes de irte a la cama, entonces hazlo y date crédito por ello. Y una palabra para el sabio… también podrías estar en una etapa de la vida en la que labrarte un espacio en tu rutina diaria para dejar un tiempo para la práctica formal espiritual simplemente no sea posible. La buena noticia es que puedes redefinir el trabajo que ya realizas como una práctica. Por ejemplo, si tienes hijos jóvenes en casa puede que encuentres imposible tomarte un tiempo para la práctica. Pero puedes traer la intención de la práctica espiritual hacia tu labor de parentalidad. La práctica espiritual nos ayuda a desarrollar una cualidad particular de atención, una forma de ser y de estar que uno finalmente busca llevar al cultivo paciente de cada relación. Al grado que podemos llevar esa cualidad de atención a nuestro papel como padres y madres al cuidar a los miembros de la familia enfermos, las relaciones mismas se convierten en una práctica espiritual.

Estoy aquí para dar testimonio de lo que ha sucedido en mi vida desde que decidí comenzar cada día con la práctica espiritual. Despierto algo aturdido. Es lo que los tibetanos llaman la “mente de mono” balbuciente. Algunos días estoy enloquecido. Me duele mi espalda. Otros días me preocupa alguna obligación para la que estoy mal preparado. Nada de esto importa. Mi trabajo es tirarme y estirarme, leer por un rato, escribir en mi diario, hacer mi yoga y mi rutina de arte marcial, y luego sentarme, respirar profundamente y recitar una plegaria que me sé de corazón. Y cada día que el trabajo restaure mi sentido de equilibrio, abre mi corazón y alinea mi vida con aquellos a quienes amo. Importa la manera en que saludamos el día.

Janne:
Nuestro colega Harry Scholefield (1914-2003) supo ver la necesidad profunda de una práctica devocional seria durante un periodo sabático en el que se dio cuenta de que estaba completamente agotado. En aquel momento de su ministerio, dedicó mucho de su tiempo y energía a cuestiones cívicas, tales como la construcción de casas públicas de renta accesible y a los derechos civiles. Se dio cuenta de que necesitaba encontrar una práctica devocional que nutriese su espíritu, que lo mantuviera vinculado con una fuente mayor que él mismo y con la gente que amaba más profundamente. Enfocó su práctica en la bienvenida: en dar la bienvenida al amanecer, en dar la bienvenida a las palabras de sabiduría que dan forma a nuestra experiencia, en dar la bienvenida a las relaciones sagradas que nos rodean, en dar la bienvenida al pesar, a la amabilidad y a la gratitud que habitan nuestros días.

Rob:
Aquellos de nosotros que tenemos un trabajo exigente, quienes queremos llevar nuestro mejor YO hacia quienes más amamos, quienes deseamos encontrar y mantener nuestro equilibrio incluso en aguas de profunda lucha podrían necesitar del desarrollo de una práctica espiritual disciplinada. Si no hacemos esto, para citar a Harry, “nos resecaríamos hasta ser dispersados por los aires al primer soplo.”

Mi propia práctica fue inspirada inicialmente por la necesidad de sosegar mi ansiedad y controlar mi ira. Sirvió a ese propósito. Lo hace aun. Pero lo que inició como una necesidad nurótica se ha convertido en una manera de permanecer despierto, de dar la bienvenida, de darse cuenta, de recordar y de luego dirigirse hacia la profundidad del día con un aprecio mucho mayor y un gozo mucho mayor de lo que nunca creí posible. Vivir de Corazón, la disciplina espiritual desarrollada por Harry Scholefield y la Revda. Laurel Hallman, nos invita a cinco disciplinas, que consideradas juntas ofrecen un sistema efectivo para la práctica espiritual en un ámbito unitario universalista. Éstas son:

La Práctica de la Espera: La anticipación tranquila, acostumbrarse en este tiempo y lugar a vivir de corazón. Es la espera de que despunte el alba.

La Práctica de la Bienvenida: Todas las formas en que nos abrimos hacia el momento. Al vivir de corazón saludamos el amanecer en reconocimiento del hecho de que somos colaboradores plenos de la creación.

Darse Cuenta de las Relaciones Sagradas todo a tu Alrededor: Sostenemos a quienes amamos en nuestros corazones, en recuerdo sagrado. Expresamos nuestra gratitud. Declaramos nuestras mejores intenciones. Al vivir de corazón traemos a nuestras mentes los rostros de nuestras personas amadas y les deseamos lo mejor.

Palabras de Sabiduría: Compartimos las escrituras de todos los tiempos, antiguas y recientes. Invitamos a los poetas a participar y confiamos en la conversación para alentar y animar a todas nuestras voces. Al vivir de corazón aquellas palabras de sabiduría llegan a habitar entre nosotros. Las escuchamos resonar profundamente dentro de nosotros para guiarnos en todo lo que hacemos.

Transitar desde la Fuerza Centrada Hacia el Mundo: Nos inclinamos y decimos adiós al llevar el mensaje de amor hacia el mundo, a nuestras familias y amigos, hacia los lugares en que trabajamos y a todos los vecinos que tenemos por conocer. Al vivir de corazón nos convertimos en instrumentos del amor mayor, el amor que es nuestro derecho innato y nuestra obligación.

Qué así sea en tu vida y en la mía.

Versión MP3 en inglés

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