miércoles, 30 de enero de 2008

Cápsulas de tiempo (De Tu Ministra)

Quest/CLF, Noviembre de 2007
Trad (Fco. J. Lagunes Gaitán)

Por Jane Rzepka, ministra principal, Iglesia de la Fraternidad Mayor

RzepkaCuando Papá estaba en la secundaria, construyó una caja colorida del tamaño de una caja de zapatos. En esa caja puso sus tesoros. Y luego compró un candado y la cerró, con el voto solmene de no abrirla en 25 años. Recuerdo la caja desde los días en que era joven, oculta bajo las escaleras del sótano, a la espera, a la espera.

Los últimos años fueron los más largos, pero llegó el momento, y como de milagro, Papa todavía sabía dónde estaba la llave. Lo que ya no sabía era qué había en la caja. Estaba tan cautivado por la curiosidad como cualquiera de nosotros cuando Mamá y nosotros los niños nos reunimos para abrirla. Libros de comics, y postales ilustradas con imágenes de barcos. Canicas. Una brújula. Las cartas del campamento requirieron algún descifrado, y el libro del Código Morse y los anzuelos para pescar requirieron alguna explicación, todo con un buen efecto. Varios nudos de marinero muy cuidadosamente hechos estaban en la caja, y un palo tallado, y piezas metálicas de ajedrez. Familiarizarse con Papá-el-niño fue excelente. Y lo que fue incluso más espléndido fue la noción de mi padre que se enviaba un mensaje a sí mismo, que anunciaba lo que le parecía importante —en su propia cápsula de tiempo.

Este es el meollo de la cuestión de las cápsula de tiempo.

De acuerdo a un artículo que leí hace algunos años en la revista The Atlantic Monthly, la gente de Wilkinsburg, Pennsylvania decidió para conmemorar el centenario de su comunidad, que los contenidos de una cápsula de tiempo enterrada 25 años antes serían abiertos. No parecía haber documentación sobre su localización exacta, pero Harold J. Ake de 87 años , conocido como “Chick”, parecía recordar que algo se había enterrado bajo unas flores “allí abajo, frente a la estación del tren”. Un día de cavar no produjo resultados. Y está registrado que Chick Ake fue a su casa y escribió lo siguiente en su diario: “¡Oh, bien!”

Pienso que está bien. Creo que Chick Ake estuvo en lo correcto cuando respondió con la exclamación, “¡Oh, bien!” Pues como el autor del artículo señala, el sociólogo Albert Bergesen, la cápsula de tiempo de Wilkinsburg había sido probablemente llenada con ese propósito. Podría no haber sido un mensaje de una generación a la siguiente, sino que la cápsula era lo que sin duda debía ser: un mensaje de una generación para sí misma.

En mi crianza unitaria, siempre se me dijo que la religión se enfoca en “el aquí y el ahora”. Esto hace del unitarismo universalista justo la clase correcta de religión para enviar una cápsula de tiempo aquí y ahora —portando, como Bergesen sugiere, un mensaje de una generación hacia sí misma. Después de todo, puedes comprar cápsulas de tiempo de aluminio (en acabado mate o satinado) listas para ser usadas —todo lo que tienes que hacer es poner sus contenidos.

Lo que es tan fácil. Los comentadores de las cápsulas de tiempo son unos críticos crueles; se sienten decepcionados al desenterrar una cápsula para sólo encontrar itinerarios viejos de ferrocarriles, pelotas de golf, reglas de cálculo, rollos con noticieros cinematográficos, y tal vez un sombrero. ¿Cuál es el mensaje en una colección semejante?

El ejercicio apropiado es obvio, aunque no por ello es más fácil. Como unitarios universalistas, ¿qué es lo que valoramos más? ¿Qué objetos reflejan estos valores? ¿Con qué llenaremos, digamos, un volumen de unos 48 litros para que quede de manifiesto nuestro trabajo y nuestras esperanzas como gente religiosa? ¿Qué tenemos que decirnos a nosotros mismos?

¡Parece que acabo de formular una pregunta que no puedo responder yo misma! Facilitémoslo. ¿Y qué tal si emprendiéramos este proyecto desde la perspectiva del día de Acción de Gracias? ¿Qué nos alegra?

Yo misma, buscaría un pequeño globo terráqueo para ponerlo en la cápsula, creo, y una fotografía de mucha gente —de toda clase de gente— lo que incluye, desde luego, a mi familia y amigos. Y réplicas de alguna plantita y de diferentes animales —comunes y estrafalarios— emplumados, rastreros, brincadores, y algunos con escamas y grandes ojotes. Empezaría por encontrar el poema más profundo que pudiera, o un escrito sagrado. Tal vez algo muy elegante, y estrafalariamente chistoso también. Incluiría una nota de amor. Para principiantes.

Si quedara finalmente algún litro en la cápsula de tiempo, sería importante incluir un mensaje breve, un sumario, para el caso de que los valores reflejados en la aglomeración no fuesen suficientemente claros. Algunas pocas buenas y sentidas líneas sobre cuán agradecidos estamos por la vida misma y todo lo que nos es querido —junto con las líneas que uno podría decir cuando las personas amadas se unen alrededor de la mesa del Día de Gracias.

La versión de secundaria de Papá tenía el impulso, aunque quizás no la madurez, para encapsular lo más precioso para no perderle la pista conforme se fuera desplegando un futuro todavía inimaginable. Grande como la caja que yació bajo las escaleras todo este tiempo, Papá realmente no la necesitaba —él siempre supo lo que valoraba. si la caja hubiese desaparecido en esos años, pienso que habría dicho, “¡Oh, bien!”, con el conocimiento cierto de que había recibido el mensaje para sí mismo sobre el conocimiento de los tesoros de la vida.

Después de todo, ese es el meollo de la cuestión de las cápsulas de tiempo. Y de manifestar nuestro agradecimiento.


Versión MP3 en inglés

martes, 29 de enero de 2008

Vivir en una cápsula de tiempo

Quest/CLF, Febrero de 2008
Trad (Fco. J. Lagunes Gaitán)

En su columna de la revista Quest de noviembre de 2007, la Revda. Jane Rzepka escribió sobre las cápsulas de tiempo. En respuesta a su columna, un integrante de la Iglesia de la Fraternidad Mayor (CLF) nos escribió sobre una clase diferente de cápsula de tiempo…

Acabo de leer el artículo de Jane Rzepka en la edición de noviembre de Quest y sé lo que es una cápsula de tiempo —pues donde yo y otros internos de las prisiones nos encontramos (incluso algunos en las prisiones mentales). Lo que quiero decir es que he estado encerrado 10 años; sin embargo, el tiempo sigue inmóvil para mí en las áreas en las que solía vivir y transitar. Recuerdo el campo del granjero al final de la calle y el lago del curso de golf detrás de mi casa. Puedo decirte el tamaño de cada árbol y el color de cada casa. También puedo decirte quién vive en el vecindario cercano. Todo tal como era hace 10 años.

Mi mamá me escribió que en el campo del granjero ahora hay un desarrollo habitacional y que "el tráfico se ha incrementado evidentemente". Eso es lo que me dice.

El lago del curso de golf ha sido dividido en dos y el paisaje ha sido rediseñado. Me enviaron una foto para que viera los cambios. Mi mente simplemente no ha podido hacerse a la idea de estos cambios, pues cada vez que pienso en el curso de golf sigo imaginando el lago intacto —es el mismo lago de siempre.

Me entristeció leer el artículo de las cápsulas de tiempo, pues sé que mis recuerdos son solamente reflejos de un tiempo pasado y que ya no corresponden a lo que existe. Pero para mí el campo del granjero está todavía allí, el lago sigue intacto y los árboles y los vecinos siguen en sus lugares acostumbrados. Soy yo quien vive en hace 10 años, sin querer afrontar la verdad brutal de que nunca volveré a ver mi hogar —excepto en mi cápsula de tiempo.

Paz y amor,
Andrew H.

Version MP3 en inglés

Cual si Dios estuviese ahí

Quest/CLF, Febrero de 2008
Trad (Fco. J. Lagunes Gaitán)

FudgeTenía 7 años de edad cuando tuve mi primer encuentro con la teología. Mi madre preparó una hornada de dulce de chocolate, la colocó en el refrigerador, y decretó que nadie podría probarla entes de la cena. Eso no me dio nada de gusto. Inventé los más diversos planes pude concebir para robar un poco, pero siempre alguien parecía acechar por la cocina.

Comoa las 4 en punto hubo la que me pareció una increíble pausa. Mi madre y mi hermana tuvieron que ir a la tienda, así que me dejaron solo por un rato. Mi madre debió haber leído mi mente, pues me dirigió una advertencia muy clara al salir. “No porque no esté yo aquí”, dijo, “no quiere decir que estés solo aquí con el postre, Dios te mira”.

La palabra “teología” significa estudio de Dios. Cuando ellas salieron yo me dedique a un estudio intensivo. No me tomó mucho tiempo llegar a la conclusión de que en realidad era yo un ateo de 7 años. Chico, vaya que estaba sabroso el postre. Desdichadamente para mí, mi madre había contado los pedazos, y el recuento a su regreso mostró un déficit de 3. Cuando me preguntó cómo había podido yo tomar descaradamente el postre frente a Dios, le dije, “No creo en Dios”. Mi siempre práctica madre me respondió: “Iría en el mejor de tus intereses actuar como si Dios estuviese allí”.

por el Revdo. Terry Sweetser, vicepresidente de servicio y desarrollo de la Asociación Unitaria Universalista (UUA), tomado de su libro As if God Were There (Cual si Dios estuviese ahí), publicado por Rising Press en 1986 y disponible a través de la biblioteca de la Iglesia de la Fraternidad Mayor, CLF library o por teléfono al 617-948-6150.

Versión MP3 en inglés

lunes, 28 de enero de 2008

Recursos de Educación Religiosa para la Vida

UngarQuest/CLF, Febrero de 2008
Trad (Fco. J. Lagunes Gaitán)

Por Lynn Ungar, ministra de aprendizaje a lo largo de la vida, Iglesia de la Fraternidad Mayor

En el sermón de portada de este número de Quest, los ministros unitarios universalistas Janne y Rob Eller-Isaacs hablan sobre la importancia de tener una práctica espiritual en sus vidas. De alguna manera, una “práctica espiritual” no suena necesariamente como algo particularmente divertido. Practicar un instrumento o un deporte puede ser divertido —pero no siempre lo es, y practicar, digamos, las multiplicaciones, resulta bastante aburrido para casi todos. ¿Y qué es eso de una práctica espiritual, en todo caso? ¿Puedes realmente practicar eso de ser espiritual, o es algo que simplemente sucede, como cuando miras las estrellas por la noche, y de repente te abruma un sentimiento de tu propia pequeñez en al gran universo?

Bueno, es una cuestión de hecho, las religiones de todo el mundo han promovido que la gente participe en prácticas espirituales. Y resulta que, igual como los ejercicios de estiramiento y fuerza te ayudan a ser un mejor atleta, las prácticas espirituales pueden ayudarte a sentirte mas centrado, más conciente de tu vinculación con otras personas y con el universo, más presente en el momento que vives en vez de preocuparte por lo que ha sucedido antes o por lo que podría suceder luego. la religión hindú usa el yoga, una combinación de posiciones corporales y respiración diseñada para estirar tus músculos espirituales de la misma manera que los físicos. La religión budista usa la meditación Zen, forma de sentarse tranquilamente, para liberarse de pensamientos y de abrir el corazón y el espíritu a lo presente. El judaísmo y el Islam tienen momentos de reservados durante el día en los que se espera que la gente de esas religiones ore, para agradecer los dones del mundo y recordar que todo lo que tenemos y somos proviene de algo mayor que nosotros mismos. Algunas religiones usan el ayuno, o el baile, el canto, e incluso girar sobre el propio eje del cuerpo como prácticas espirituales, medios que ayudan a las personas que los usan a estar en contacto con la “tranquila, vocecilla” [alusión a la voz de la conciencia] dentro de ellos.

Pero con tantas prácticas espirituales diferentes, ¿cómo pueden las personas saber cuál sería mejor para ellos, la más apropiada? Bueno, permíteme decírtelo, no es necesariamente fácil. Quizás mientras puedas recordar que tu familia decía plegarias a la hora de dormir, o que miraban los pájaros en el alimentador mientras tomabas tu cereal del desayuno, o al compartir aquello en lo que cada uno era mejor, o que salían a trotar juntos diariamente, y tu práctica espiritual sea precisamente algo con lo que naciste. Tal vez hayas decidido hace mucho tiempo escribir un diario, y realmente hayas logrado imponerte dejar un cierto tiempo diariamente para escribir, sin embargo tu práctica espiritual se ha vuelto más significativa entre más tiempo la hayas ejercido. Tal vez una amistad te invitó a una clase de yoga, y simplemente te tropezaste con algo que te pareció correcto, algo que querías hacer una y otra vez. Quizá tienes un rincón favorito debajo de un árbol —o arriba de sus ramas— en el que te sientas tranquilamente. O tal vez sientas que desearías tener una práctica espiritual, pero no te ha resultado apropiado nada de lo que has intentado.

Tap ShoesTan sólo recuerda que tu práctica espiritual no tiene que por qué ser la misma que la de nadie más. Me pondré de ejemplo. He intentado muchas prácticas espirituales a lo largo de los años, Y sé que mi alma se alimenta con el canto, la poesía y la oración. Pero en lo que reside actualmente mi práctica espiritual actualmente es en bailar tap. Sí, el baile de tap.

Mira, lo que descubrí hace unos pocos años, cuando aprendí a bailar tap, es que no se puede bailar tap y pensar al mismo tiempo en ninguna otra cosa. Simplemente no se puede. La gente pasa años en el aprendizaje de la meditación Zen para aprender a liberarse de la “mente de mono” que charla y cotillea todo el día —la que te dice lo que necesitas hacer, cómo debes ser y que llena tu cerebro con trocitos de irrelevancias tomadas al azar. Aprenden a respirar y a contar “uno”, a respirar y contar “dos”, una y otra vez hasta que la mente queda en tranquilo silencio. Eso es genial. Pero a mí me gusta contar “y-uno y-dos y-tres y-cuatro y-cinco y-seis y-siete y-ocho”, al ritmo del movimiento de mis pies sobre el suelo. me gusta escuchar los ritmos en los compases, sentir la manera en que el baile se mueve dentro de la música. Me gusta dejar la pista de baile sudorosa, cansada y enfocada, así como me gusta la manera en que he aprendido a encontrar música en los ritmos cotidianos como en el sonido de los limpiadores del parabrisas y el clic del indicador de una señal direccional de vuelta. Me gusta que, mientras espero en la fila de la tienda de ultramarinos, en vez de aburrirme o sentirme frustrada mis pies se empiezan a mover: “y-uno y-dos y-tres y-cuatro y-cinco y-seis y-siete y-ocho”, haciéndome recordar quién soy realmente —no solamente una persona al azar atorada en tediosas ocupaciones, sino alguien que encuentra una manera de bailar ante los ritmos complejos de la vida.

Ahora que, sé que bailar tap no es para todo el mundo, pero sospecho que toda la gente de cualquier edad podría encontrar algo que valga la pena hacer, así sea por unos cuantos minutos diariamente, que pueda sosegar sus mentes, abrir sus corazones y espíritus, y ayudarlos a utilizar algo más profundo que la “mente de mono” de la vida diaria.

Versión MP3 en inglés

sábado, 26 de enero de 2008

De Tu Ministra (de la Iglesia de la Fraternidad Mayor)

Quest/CLF, Febrero de 2008
Trad (Fco. J. Lagunes Gaitán)

Por Jane Rzepka, ministra principal, Iglesia de la Fraternidad Mayor.

RzepkaPesó 30 toneladas, tenía dos pisos de alto y cubría 1394 metros cuadrados. Un furgón ferroviario podría caber en su interior. En la década de 1940 nació la primera computadora. No se me había ocurrido que este fuera un acontecimiento religioso.

Hace mil años, cuando un inventor llamado Magnus desarrolló una máquina de contar de latón que se asemejaba a una cabeza humana que llevaba números en lugar de dientes, unos curas lo destruyeron a palos. Su apariencia les resultaba literalmente demasiado diabólica.

No se me había ocurrido que la máquina de contar de Magnus fuera un acontecimiento religioso.

Cuando Blaise Pascal logró sus sorprendentes avances en el siglo XVII, no le fue mucho mejor. Su máquina calculadora, la Pascalina, era bella —una caja de latón labrada a mano de unos 35 centímetros por 13 por ocho— que podía hacer el trabajo de 6 contadores. Tenía 18 años de edad. Pero la gente temió que los contadores se quedaran sin trabajo y , finalmente, Pascal renunció a su interés en la ciencia y en las matemáticas para dedicar el resto de su vida a la religión.

No se me había ocurrido que el fracaso de la Pascalina fuera un acontecimiento religioso.

Prediqué sobre las computadoras a principios de la década de 1980, deslumbrada como estaba por la computadora que poseía nuestra familia que interpretaba la melodía de “La rosa amarilla de Texas”, nos ganaba a jugar ahorcados, enseñaba mecanografía, catalogaba antigüedades imaginarias, y escribía rapidísimo nuestros nombres 500 veces. Podía justificar los márgenes. Te permitía escribir en una lista de correo. Hasta entonces, hasta entonces nos impresionaban las tecnologías de los tostadores y de las bombas de aire para la bicicleta. A decir verdad, en esa etapa estaba de acuerdo con Rutherford B. Hayes que exclamó al ver el teléfono, un “telégrafo armónico,” en 1928: “Esa es una invención sorprendente, pero ¿quién querría usar uno de esos alguna vez?”

No pensé que la computadora doméstica fuera un acontecimiento religioso.

Cuán equivocada estaba.

Todos sabemos que la religión tiene muchos componentes. Trabajar por la justicia. Educación religiosa. Espiritualidad. Comunidad. Inspiración. Compasión. Innovación. Belleza. La religión se manifiesta interna y externamente. Individualmente y en comunidad. En la acción y la contemplación. Actualmente, en 2008, no se me ocurre ningún aspecto de la religión que no pueda ser promovido en línea.

RzepkaEn nichos de pared de las casas hogar para ancianos veo que los residentes entran a la red de computadoras para encender velas virtuales de consuelo y esperanza. Al bajar a la biblioteca veo a los niños que comparan textos antiguos para sus tareas, a veces con audífonos para escuchar cómo suena el lenguaje original. Y está la multitud que participa en las redes sociales, que encuentra sitios web con un nicho de intereses muy específicos para hacer contactos sociales en los cuales reunirse, digamos, musulmanes en Montana o adultos jóvenes paganos. ¿Anhelas mirar o escuchar un sermón? ¿Quieres escribir tus creencias religiosas personales para averiguar cuál es la iglesia más compatible con ellas? Hazlo en línea. ¿O tal vez te gustaría saber a qué proyecto de justicia social podrías unirte ahora? Ve a tu computadora. ¿Consideras que es hora de recibir el influjo del más reciente pensamiento religioso liberal? Hay una cantidad tremebunda de blogs que te esperan. ¿Necesitas ayuda con tu práctica de yoga, o para enseñar los principos y propósitos de la Asociación Unitaria Universalista (UUA) a niños de 3° de primaria? ¿Te gustaría unirte a una clase formal en línea sobre el trascendentalismo, o criar infundir una formación ética a tus hijos? ¿Por alguna razón tienes que perderte las conversaciones sobre el tema del día luego del servicio religioso en la iglesia y anhelas ansiosamente participar en una discusión vehemente e irreverente sobre el uso de la palabra 'dios' en la vida congregacional? Dirígete a la mesa de tu cocina, o a tu escritorio, toma tu computadora portátil o el iPhone que dejaste en tu cama, y empieza.

En este lugar de la página es donde estoy, oh, tan tentada a enlistar todos los recursos que te ofrece en inglés tu Iglesia de la Fraternidad Mayor (Church of the Larger Fellowship), tanto impresos como en línea. Pero por ahora el volumen de nustros recursos en línea vuelve una locura intentar enlistarlos todos. Espero que, si eres una persona propensa a comunicarte por medio de computadoras, visitarás el sitio de nuestra Church of the Larger Fellowship y explorarás. Si encuentras alguna dificultad o necesitas alguna guía, tan solo llama a la oficina de la CLF al teléfono 617-948-6166 o envíanos un mensaje por correo electrónico [por el momento ambos servicios están disponibles sólo en inglés].

Un colega mayor en California, Ric Masten, fue citado al declarar al Monterey County Weekly: “Con algunos de mis más queridos amigos nunca me he reunido físicamente. No sé por qué alguna gente despotrica contra Internet. Todo tiene que ver aquí con las mentes y los espíritus, sin que la edad o la raza sean un impedimento. Este es el mundo para mí.”

¿Favorece a tu vida religiosa la computadora? Nos encantaría escuchar de qué manera. Algunas respuestas pueden ser publicadas en nuestra revista mensual Quest. Por favor envíanos un correo electrónico a: clf@clfuu.org o haznos llegar una nota a la oficina de la CLF.

Versión MP3 en inglés

viernes, 25 de enero de 2008

Swami Vivekananda: El maestro espiritual

Quest/CLF, Febrero de 2008


Debes crecer desde dentro hacia fuera. Nadie puede enseñarte, nadie puede hacerte espiritual. No hay otro maestro sino tu propia alma.

Swami Vivekananda (1863-1902)

miércoles, 23 de enero de 2008

La teología como autobiografía

Quest/CLF, Febrero de 2008
Trad (Fco. J. Lagunes Gaitán)

Por Mark Belletini, ministro de la Primera Congregación Unitaria Universalista de Columbus, Ohio

Cuando era niño, asistí a una escuela parroquial católica romana en Detroit, en el Lado Este. Tuve una buena educación, en su mayor parte. Aprendí mis tablas del tiempo tan bien que todavía puedo recordarlas. Me enseñaron que la evolución era un hecho, y que la religión y la cosmología no estaban en conflicto, y esto me lo enseñó un sacerdote católico belga, Abbé Lemaitre, y fue la primera persona que me habló de toda la “Teoría del Big Bang sobre el origen del universo. Y, sé que a alguna gente puede costarle creerlo, pero es verdad: Me enseñaron que la Biblia estaba llena de supuestos, exageraciones e incluso de cuentos de hadas como tales y que no debíamos ser tan tontos para creerlos literalmente. Nuestra fe no era para nada como la de los bautistas y luteranos de unas cuadras más allá.

Pero como podrás darte cuenta, el prejuicio puede enseñarse, tanto en las escuelas como en las tablas de tiempo. Se me crió para sentir un prejuicio hacia los protestantes. Las monjas dejaban muy claro esto en todo lo que decían. Los que estábamos en la escuela parroquial frecuentemente sentíamos piedad por nuestros amigos protestantes, quienes, pese a no tener culpa de ello, pertenecían a iglesias que no eran ni válidas, ni valoradas por Dios.

Desde luego, Detroit era una ciudad principalmente católica, tanto entre los inmigrantes como entre las poblaciones afroamericanas, así que en realidad, los bautistas y luteranos eran aves raras. Había conocido tan solo uno o dos de ellos en toda mi vida en la época en que asistí a la universidad. Y, a pesar del prejuicio que se me inculcó en la escuela, me parecieron gente suficientemente buena, así que mi piedad no sobrevivió mucho tiempo. Con todo, la enseñanza fue muy clara durante mi educación: la Iglesia Católica Romana era la Única Iglesia Verdadera, y quienes quedaran fuera de su abrazo tendrían problemas para llegar ante la presencia de Dios.

Yo no sabía, en ese tiempo, que a muchos protestantes se les enseñaba el mismo disparate sobre los católicos. Y que ambos éramos bastante ignorantes sobre los judíos. Y que casi nadie en mi vecindario conocía nada sobre los musulmanes o budistas, a quienes despreciativamente agrupábamos bajo la etiqueta de "esos paganos".

Ahora que esta parte prejuiciada de mi educación me puso en un terrible apuro espiritual. ¿Por qué? Debido a que mi abuelo por el lado materno, Umberto, era ateo. Tal cual. No le veía sentido a la religión, católica, protestante o de nuevo cuño. No le veía sentido a Dios. No le veía sentido a Cristo. Y eso me preocupaba. Si Dios no estaba demasiado complacido con esos protestantes de unas cuadras más allá, los ateos puros seguramente profundizarían el desagrado divino.

Y créeme, mi abuelo era muy claro sobre su ateismo. Cuando era yo muy joven, mi abuelo pasó por una cirugía peligrosa en una gran clínica de Ann Arbor. Los cirujanos trabajaron todo el día, luego le dijeron a mi pobre abuela que mi abuelo podría no sobrevivir esa noche. Así que mi muy católica abuela envió a un sacerdote para dar a su esposo "los ritos finales". Cuando olió los santos óleos y escuchó las plegarias en latín, se sentó como un rayo en la cama sobre la cicatriz de su corte y apuntó un dedo huesudo hacia la puerta. Entonces dijo, con el rostro enrojecido y temblando de ira, “Saquen a ese farsante de aquí, ahora. Ustedes necesitan un sacerdote. Yo no”. Probablemente te imaginarás como me impresionó esta historia.

El ateismo del abuelo Umberto no era solo una puntada genial o algo filosófico. Su ateismo era apasionado y se basaba, como probablemente he relatado en otras ocasiones, en su historia de vida. Sus padres habían muerto cuando él era un niño. Había sido criado por su hermana mayor, quien no era mucho más que una niña. Se ganaba la vida como el chico hornero del pueblo, corría entre las casas para llevar el pan todavía caliente del horno del pueblo que estaba en la casa de su hermana. El Dios del que oyó en la iglesia, “qui laetificat iuventutem eam…” quien trae alegría a su juventud, era simplemente una mentira, sintió él. No hubo un Dios cuidador que preservara vivos a sus padres, que mantuviera su vida dentro de la normalidad. No hubo gozo divino en todo el sufrimiento, trabajo inquietudes y apuros.

Pero se casó con mi abuela, Anna. Una viuda. Y ella no estaba menos familiarizada con el sufrimiento que él. Cuando era una niña, la mayoría de la población masculina de su pueblo se perdió en el mayor desastre minero de la historia de los Estados Unidos de América. Su padre, los vecinos… todos se desvanecieron en el humo. Luego, su esposo Eduardo murió de meningitis espinal. Luego de un par de años, se casó con mi abuelo ateo, quien entonces adoptó a mi madre como su hija. Umberto y Anna tuvieron entonces una hija, Anita, la medio hermana de mi madre. Ella murió en un accidente automovilístico cuando tenía tan solo 4 meses. Sin embargo, todo este sufrimiento no hizo de mi abuela una atea como su esposo. En vez de esto, la acercó más a Dios. Su vida de oración la sostuvo, y fue a misa y a comulgar con frecuencia, pues esto la hacía sentirse amada por Dios.

Y esta es la cuestión —estuvieron casados por 40 años antes de que mi abuelo Umberto muriera finalmente. Tuvieron un buen matrimonio todos esos años. Y sus vidas son parte de mi vida, de mi historia, contada una y otra vez en fragmentos todos mis días.

Así que mi teología se desarrolló de manera diferente de la teología que se me presentó en la escuela parroquial a la que asistí. Las monjas nos enseñaron primero el prejuicio contra los protestantes. Pero, tratándose de monjas estadunidenses en los días del neo macarthismo, también nos enseñaron prejuicios contra los ateos, dado que todos esos "comunistas sin Dios" allá en Rusia planeaban la muerte de América.

Sin embargo, las monjas no entendieron que al vapulear a los descreídos, también hablaban sobre mi bienamado abuelo, quien no vivía en Moscú, sino a unas cuantas calles, en el Este de Detroit. Condenaban a mi abuelo, a quien yo amaba. Y que me amaba. Quien se sentaba pacientemente a enseñarme el sistema métrico. Quien tenía ese confiable y leve olor a güisqui en su aliento cuando escuchábamos las arias de ópera en su tocadiscos. Quien hacía resplandecer su jardín con espárragos, tomates y romero, y sobrecargaba su patio de orquídeas, duraznos y peras. Y que nunca fue a la Iglesia de Dios. Debido a estas historias, y a mi amor por mi abuelo, sé profundamente, en mi corazón, dos cosas:

Que las monjas estaban simplemente equivocadas. Mi abuelo fue un buen hombre, amable y magnánimo. Así supe que todo lo dicho sobre gente que no era católica tendría una buena posibilidad de ser erróneo. Tal vez incluso aquella gente de Rusia no fueran los diablos que nos contaban. Quizás, concluí, los adultos no eran tan listos como pretendían serlo, y no sabían cómo decir la verdad.

También supe que mi abuela y mi abuelo tenían un matrimonio bueno y amoroso, lo que significaba que las diferencias —las diferencias importantes entre la gente— no eran realmente una causa necesaria para que no se llevaran. Quizás era posible que incluso los enemigos convivieran. Tal vez era posible que todos convivieran, si tan solo renunciaran a tratar de convertir a los otros como la prueba principal de que tendrían la razón.

Debido a este aprendizaje vital, he tratado de vivir una vida diferente de la que una vez imaginé que tenía que vivir. A lo largo de toda mi vida adulta, a través del seminario y de mi carrera ministerial, he decidido tratar de combatir los prejuicios con los que me criaron. He tratado de lograr que quienes están en desacuerdo hablen entre sí: he tratado de que los ateos hablen con los teístas, los católicos con los protestantes, los cristianos con los judíos, los demócratas con los comunistas y con los republicanos, los viejos con los jóvenes, los ex convictos con los obedientes de las leyes. He intentado hacer que los colores y las culturas se reúnan. He luchado por salir de mi mundo parroquial —un mundo en el que yo era parte de la 'iglesia verdadera', mientras que los demás no. He intentado salir de un lugar estrecho, y migrar hacia un mundo de verdades amplias, un mundo de un millón de millones de corazones humanos, en el que cada una de sus vidas sea tan importante para ellos como mi vida lo es para mí. He tratado de verme como una parte, no el todo; incompleto, inconcluso; humano, no Dios; una historia, no 'La Historia'. He hecho, en resumen, una teología.

El diccionario te dirá que 'teología' proviene de dos palabras griegas, 'theos' y 'logos', la primera de las cuales significa 'Dios', y la segunda significa 'razón' o 'palabra'. Lo que es decir que 'teología' es una palabra o razonamiento sobre Dios. Pero la misma palabra 'theos' tiene otra raíz griega. La palabra griega para Dios es el substantivo de un verbo que significa 'salir de'. Así que la teología tiene que ver con las palabras que expresan de lo que hemos salido, de dónde venimos, o incluso, de dónde desearíamos haber venido. Por ello es por lo que el lenguaje teológico es tan diverso: algunos hablan de un Dios Padre amoroso, otros de una Diosa Madre, otros de muchos dioses, otros de ningún Dios, y aun otros de un espíritu interior, o de todo el mundo como Dios. Sabemos lo que valoramos como lo más excelso a través de nuestras propias historias, y las historias de aquellos que amamos y admiramos, se trate de nuestros abuelos o de héroes más lejanos. Todos estamos en esto juntos, en relación, hacemos teología juntos, intentamos expresar la sabiduría de nuestras vidas en la sabiduría de las palabras. Eso es teología.

Versión MP3 en inglés

Vivir de Corazón

Quest/CLF, Febrero de 2008
Trad (Fco. J. Lagunes Gaitán)

Por Janne y Rob Eller-Isaacs, coministros de la Iglesia de la UnidadUnitaria, St. Paul, Minnesota.

Janne:
Luviosas o brillantes, obscuras o luminosas, todas las mañanas comienzan igual. Me levanto de la cama, me pongo mis ropas de ejercicio, bajo las escaleras, me hago un vaso de agua de limón, leo completa la sección del clima, y, según la estación, me abrigo con la ropa necesaria y salgo hacia la mañana. Diariamente doy la bienvenida a la mañana con un paseo con nuestra perra Maggie. Ella olisquea y preseinte a su manera los cambios notables desde la noche anterior y yo miro y escucho. Miro la obscuridad convertirse en luz, veo pájaros que se cortejan en los árboles, veo conejos que escapan de la amenaza potencial de un perro. Saludo a otros transeúntes que caminan y trotan. Aviento un disco de Frisbee o un palo. Al caminar me doy cuenta, frecuentemente repito líneas de poesía que trato de memorizar —para aprenderlas de corazón.

Cada mañana dedico tiempo a revincularme con lo sagrado. Nuestro colega Bill Houff llama a eso su “punto de quietud,...eso pequeño y profundamente clarificador dentro de mí mismo, que cuida de sí mismo y en el que, si pongo atención, puedo encontrar paz, gozo y un sentido de vinculación a algo que es mayor que yo yo mismo.”

Salgo a caminar y a renovar mis vínculos con el terreno del ser —aquel lugar dentro de nosotros en el que puede recordársenos de lo que Houff llama “el misterio nutriente, en el que vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser.” Ellie Weisel lo llama, “el lugar en el que el recuerdo primordial reside, donde crece la esperanza, donde la vida nos toca.”

Como sea que lo llamemos, podemos estar de acuerdo en que los seres humanos viven rodeados por el misterio: poseemos justo la conciencia suficiente para saber que la vida es un don grandioso y aterrador. Es nuestra naturaleza ser conscientes, sentir cada día los fallos y las tonterías, las maravillas y gozos de estar vivo y de estar mutuamente vinculados.

El impulso religioso es el intento humano de dar expresión a esta conciencia desafiante. Cada mañana me siento más humilde ante todo lo que es, todo lo que puede ser y todo lo que ha sido. Luego de mi caminata matinal, entro a la casa y escribo. Cuando termino de escribir, tomo un rosario budista de cuentas y dejo que mi conciencia transite sobre la realidad colectiva que es nuestra comunidad de la iglesia. Pienso sobre lo que sé de las vidas de nuestros congregantes: sus luchas, sus desafíos, sus gozos y triunfos. Luego escojo a 6 personas para traerlas a mis oraciones, cada mañana. Me concentro en cada persona, pienso en todo lo que enfrentan en sus vidas. Puedo sentir su espíritu cerca de mí y entonces la dejo ir. Esta práctica ha transformado mi vida. Desde que practico la oración por las personas que me importan, me doy cuenta de que perdono más fácilmente, me obsesiono menos frecuentemente con ciertos asuntos, y amo más profundamente.

Llegué a esta práctica diaria por un sentido de anhelo de una vinculación más profunda con el misterio de la vida, de una conexión más profunda con todos los aspectos de la vida, incluso la mía propia. Anhelaba alcanzar las profundidades de mi vida; para restregar su superficie hasta que brillase, o me diera imágenes que me conmovieran. Llegué a esta práctica por el anhelo. Llegué a esta práctica por un sentido de que mi vida no estaba respondiendo a la pregunta de qué es mi vida.

Rob:
En tanto que Janne encontró su camino hacia la práctica diaria por el anhelo, yo fui conducido a ésta por la desesperada necesidad de ocuparme de la ansiedad y la ira. Aunque había hecho un poco de yoga en mi adolescencia, no fue sino a los veintitantos que fui realmente capaz de comprometerme con el trabajo. Con mi novia de entonces llevábamos juntos más de 3 tumultuosos años cuando me dejó. Ella tenía razón. Necesitábamos terminar. ¿Pero acaso era necesario que ella se involucrara con mi mejor amigo? Me sentí completamente traicionado. Día tras día me la pasaba caminando y echando pestes, tan iracundo que apenas podía tomar aliento. Luego de algunas semanas de esto, un amigo cercano me jaló del cogote y la nuca y me arrastró a una clase de artes marciales.

Fue casi inmediato. Cada clase comenzaba con una serie de estiramientos con el objeto de asegurar que no nos lastimásemos durante la parte más activa de la clase. Esto demandaba tanto de mí como para que al faltar un día mis músculos adoloridos me lo recordaran. Sentí dolor hasta que me di el tiempo de reajustarme. No me tomo mucho hacerme completamente adicto. Cada vez que me estiraba, practicaba mi arte marcial y me daba el tiempo de respirar profundamente, era capaz de hacer a un lado la ansiedad y la ira, de liberarme de ese inmaduro sentido de traición y de vivir el momento. Cada vez que no lo hacía así, no podía. No querrías haber estado conmigo en esos días en que no hacía mi rutina.

Fue entonces que comencé a deleitarme con ello. Me daba cuenta de que estaba en mi mejor condición inmediatamente después de completar mi práctica. Así que comencé a programarla de acuerdo con mis prioridades diarias. Cada tarde debía revisar mi calendario, decidir en qué momento necesitaba estar en plena forma el día siguiente y planear mi práctica justo antes de ese momento. Por ejemplo, al principio de mi ministerio en los días de la reunión de la Mesa Directiva de la congregación, debía estar listo a las 5 en punto. Luego debía practicar mi rutina con una intensidad inusual, bañarme, vestirme y llegar como balazo a la reunión de la Mesa Directiva.

Podía ganar una fuerza considerable a través de la práctica regular. Sin embargo, la manera en que uno usa esa fuerza debe alinearse con el propósito del amor, o de lo contrario puede hacerse mucho daño. Chögyam Trungpa, el gran maestro budista tibetano que fundó la Universidad Naropa, en Colorado, escribió extensamente sobre los peligros del materialismo espiritual. Fue algunos años antes de que otro amigo notase que la forma en que usaba yo el poder que surgía de mi práctica para beneficio de mi trabajo despojaba a mi familia de lo mejor que tenía para dar. Fue entonces que me di cuenta de cuánto importa la manera en que saludamos el día.

Cada uno de nosotros comenzamos el día lo mejor que podemos. Tengo muchos amigos que parecen incapaces de entender por qué alguien querría levantarse temprano. Si lo mejor que puedes hacer es arrebatar a la rutina diaria cinco minutos en el auto para la autorreflexión o contar tus bendiciones justo antes de irte a la cama, entonces hazlo y date crédito por ello. Y una palabra para el sabio… también podrías estar en una etapa de la vida en la que labrarte un espacio en tu rutina diaria para dejar un tiempo para la práctica formal espiritual simplemente no sea posible. La buena noticia es que puedes redefinir el trabajo que ya realizas como una práctica. Por ejemplo, si tienes hijos jóvenes en casa puede que encuentres imposible tomarte un tiempo para la práctica. Pero puedes traer la intención de la práctica espiritual hacia tu labor de parentalidad. La práctica espiritual nos ayuda a desarrollar una cualidad particular de atención, una forma de ser y de estar que uno finalmente busca llevar al cultivo paciente de cada relación. Al grado que podemos llevar esa cualidad de atención a nuestro papel como padres y madres al cuidar a los miembros de la familia enfermos, las relaciones mismas se convierten en una práctica espiritual.

Estoy aquí para dar testimonio de lo que ha sucedido en mi vida desde que decidí comenzar cada día con la práctica espiritual. Despierto algo aturdido. Es lo que los tibetanos llaman la “mente de mono” balbuciente. Algunos días estoy enloquecido. Me duele mi espalda. Otros días me preocupa alguna obligación para la que estoy mal preparado. Nada de esto importa. Mi trabajo es tirarme y estirarme, leer por un rato, escribir en mi diario, hacer mi yoga y mi rutina de arte marcial, y luego sentarme, respirar profundamente y recitar una plegaria que me sé de corazón. Y cada día que el trabajo restaure mi sentido de equilibrio, abre mi corazón y alinea mi vida con aquellos a quienes amo. Importa la manera en que saludamos el día.

Janne:
Nuestro colega Harry Scholefield (1914-2003) supo ver la necesidad profunda de una práctica devocional seria durante un periodo sabático en el que se dio cuenta de que estaba completamente agotado. En aquel momento de su ministerio, dedicó mucho de su tiempo y energía a cuestiones cívicas, tales como la construcción de casas públicas de renta accesible y a los derechos civiles. Se dio cuenta de que necesitaba encontrar una práctica devocional que nutriese su espíritu, que lo mantuviera vinculado con una fuente mayor que él mismo y con la gente que amaba más profundamente. Enfocó su práctica en la bienvenida: en dar la bienvenida al amanecer, en dar la bienvenida a las palabras de sabiduría que dan forma a nuestra experiencia, en dar la bienvenida a las relaciones sagradas que nos rodean, en dar la bienvenida al pesar, a la amabilidad y a la gratitud que habitan nuestros días.

Rob:
Aquellos de nosotros que tenemos un trabajo exigente, quienes queremos llevar nuestro mejor YO hacia quienes más amamos, quienes deseamos encontrar y mantener nuestro equilibrio incluso en aguas de profunda lucha podrían necesitar del desarrollo de una práctica espiritual disciplinada. Si no hacemos esto, para citar a Harry, “nos resecaríamos hasta ser dispersados por los aires al primer soplo.”

Mi propia práctica fue inspirada inicialmente por la necesidad de sosegar mi ansiedad y controlar mi ira. Sirvió a ese propósito. Lo hace aun. Pero lo que inició como una necesidad nurótica se ha convertido en una manera de permanecer despierto, de dar la bienvenida, de darse cuenta, de recordar y de luego dirigirse hacia la profundidad del día con un aprecio mucho mayor y un gozo mucho mayor de lo que nunca creí posible. Vivir de Corazón, la disciplina espiritual desarrollada por Harry Scholefield y la Revda. Laurel Hallman, nos invita a cinco disciplinas, que consideradas juntas ofrecen un sistema efectivo para la práctica espiritual en un ámbito unitario universalista. Éstas son:

La Práctica de la Espera: La anticipación tranquila, acostumbrarse en este tiempo y lugar a vivir de corazón. Es la espera de que despunte el alba.

La Práctica de la Bienvenida: Todas las formas en que nos abrimos hacia el momento. Al vivir de corazón saludamos el amanecer en reconocimiento del hecho de que somos colaboradores plenos de la creación.

Darse Cuenta de las Relaciones Sagradas todo a tu Alrededor: Sostenemos a quienes amamos en nuestros corazones, en recuerdo sagrado. Expresamos nuestra gratitud. Declaramos nuestras mejores intenciones. Al vivir de corazón traemos a nuestras mentes los rostros de nuestras personas amadas y les deseamos lo mejor.

Palabras de Sabiduría: Compartimos las escrituras de todos los tiempos, antiguas y recientes. Invitamos a los poetas a participar y confiamos en la conversación para alentar y animar a todas nuestras voces. Al vivir de corazón aquellas palabras de sabiduría llegan a habitar entre nosotros. Las escuchamos resonar profundamente dentro de nosotros para guiarnos en todo lo que hacemos.

Transitar desde la Fuerza Centrada Hacia el Mundo: Nos inclinamos y decimos adiós al llevar el mensaje de amor hacia el mundo, a nuestras familias y amigos, hacia los lugares en que trabajamos y a todos los vecinos que tenemos por conocer. Al vivir de corazón nos convertimos en instrumentos del amor mayor, el amor que es nuestro derecho innato y nuestra obligación.

Qué así sea en tu vida y en la mía.

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